domingo, agosto 27, 2017
LAS HUELLAS DEL PEREGRINO
Hace años lo vi pasar, con una pesada estiba de marabú
recién cortado a cuestas.
Lento pero indetenible (ni siquiera para tomar un descanso)
parecía pisar y repisar siempre sus mismos pasos, esos que lo traían desde
algún periférico punto, al este de la ciudad de Las Tunas, para subir por la avenida,
torcer a la izquierda y perderse hacia alguna imprecisa dirección en el alto
vientre del reparto de Buena Vista.
Por entonces (pleno y crudo Período Especial) parecía
quedarme claro que aquel hombre trasladaba los cujes de marabú para cocinar en
el patio o quien sabe si dentro, en un criollo fogón montado al fondo de la
cocina hogareña, tal y como lo tuvieron que hacer cientos y miles de familias
cubanas para enfrentar el déficit de kerosene, gas y electricidad a principios de los años 90 del pasado siglo.
Por la longitud y relativa uniformidad de las piezas recién
cortadas, en algún momento supuse que tal vez el propósito era preparar una
cerca perimetral para delimitar –y limitar- el acceso, frente a posibles
“rateros” y vulgares delincuentes, azuzados por las carencias materiales del
momento.
Por fortuna, el tiempo, la mano y el cubanísimo empeño de la
Revolución han dejado atrás el grueso de las miserias materiales
de aquellos días.
Un patio de inconmensurables dimensiones habría sido cercado
varias veces con la suma del marabú cortado y cargado por aquel peregrino, a
quien –no obstante- seguí viendo pasar, con la humildad sudándole la mirada y
bañándole el tejido.
Meditando, nostálgico, imaginé cierto día que quizás el
hombre, ya jubilado, portaba en aquella brazada parte del sustento familiar,
previa venta de los cujes, acaso seccionados en trozos más pequeños.
Quien sabe si, fuera de la modesta chequera, fuese aquella
leña la principal y muy digna entrada económica del hogar.
Aunque tal vez tuvo las mismas posibilidades de estudio y
superación, parecía obvio que entre el extraño peregrino y el pupitre escolar
(o entre el pizarrón y la mano de sus hijos y descendientes) no había mediado
la semilla llamada a tornar menos aciagas las facciones de aquellos días.
Gustosa, la superficialidad hubiera levantado criterios para
reprocharle al humilde hombre la inoportuna pérdida de sus oportunidades.
Yo no lo hubiera hecho jamás. ¿Cuántas veces, consciente o inconscientemente,
él mismo habría arrastrado conclusiones similares, en su penoso pero “triunfal”
peregrinación?
En todo caso siempre preferí seguir imaginando, incluso hoy,
ese momento en que no haya pisadas ni peso sobre los mismos pasos, ni estibas
hoyando la piel del hombro, ni marabú, ni leña y humo haciendo arder el fogón que apaga un poco el apetito, ni cercas despiertas toda la noche para que hasta de día el
día dormite más tranquilo... y todo ese espacio lo ocupen las huellas del
pupitre, desde el fondo de la cuna, hasta la no menos blanca cima de la vejez...
en toda mi Cuba, bajo cada techo.
martes, agosto 22, 2017
PRODIGIO TAMBIÉN EN MAYARÍ
Ella misma
había echado su “pasillito” mientras se dirigía hacia la silla donde posarse a
evocar la presencia eterna de alguien físicamente ausente, recordar cómo nació
el Club de la Década Prodigiosa (ahora con el nombre de su extinto fundador e
inspirador Paquito González Zaldívar) y hasta pensar en los tiempos previos a
1959, cuando por el color de su piel no hubiera podido entrar a ese local,
concebido única y bien exclusivamente para “blanquitos y blanquitas de
sociedad”.
De todo eso
y más, trae a la superficie el mencionado Club desde que vio luz en febrero de
1998, para derramar, como otras peñas de toda Cuba, la esencia misma contenida
en las canciones de entonces: mucho amor, amistad, fraternidad, ayuda,
optimismo, solidaridad…
No por
casualidad más de un centenar de personas mantienen un vínculo formalmente
voluntario, pero entrañablemente obligado este círculo que continúa desbordando
los muros de su tiempo y de su espacio el segundo sábado de cada mes, se
apodera del pueblo completo en febrero e invade cálidamente otros escenarios,
como acaban de hacer en alegre visita a Antilla.
Al igual
que los demás, estos asociados tienen su ejecutivo, se reúnen, planifican,
diseñan, prevén, distribuyen tareas, controlan, ejecutan, prolongan y mantienen
con vida el prodigio de una música que
allí no va a languidecer mientras respiren personas como Adela Liranza, Amado
Fournier, Francisco Núñez, Emilia Fernández y otros mayariseros que encuentran
en esas melodías antídoto contra la proliferación de ciertas producciones que
perforan e intoxican más allá del tímpano, tanto por su “forma”, como por el
“contenido”.
Por eso
Jorge Tito Cabrejas, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba
allí y director del grupo Taíno, suele ponerle respetuoso punto sonoro a
canciones de la Década, y el aficionado Eliecer Aldana descarga con profesional
revuelo (calidad), en tanto el portopadrense Jorge Villegas quedó atrapado para
siempre por María Luisa Lorente en una prodigiosa actividad…
Y también
por eso Raúl Vázquez, conductor del programa radial Ecos de siempre, llegaba en
días pasados hasta los más recónditos parajes de la serranía mediante una frase
que nadie niega: “Nuestro Club no ha dejado de ser aquella idea de locos
cuerdos que siguen sumando décadas y dándole muy sana vida cultural y social a
todo Mayarí”.
ALBARINEANDO ENTRE PINARES
Cuando
surgió la idea de aprovechar la visita a Mayarí (invitados por el Club de la Década Prodigiosa
allí) para que, además, Albarina interactuara con niños de la serranía, pensé
que los sorprendidos serían esos pequeños, hasta quienes tal vez nunca había
llegado una muñeca de carne y huesos, que hace reír, cantar, jugar, declamar
poesías, descubrir adivinanzas, soñar, emprender vuelo y regresar a la realidad...
Pero me
equivoqué. Parcial o relativamente, me equivoqué: la sorprendida fue Reina
Torres Pérez, directora de la Televisión Avileña, quien desde hace muchos años
encarna el personaje infantil de Albarina, llevado luego al programa
Colorisoñando, del mencionado telecentro, espacio solicitado por la Televisión Nacional
para ponerlo al alcance de todos los niños cubanos, cada miércoles, a las 4:45
de la tarde por Cubavisión, desde enero hasta diciembre.
Y digo que
me equivoqué porque ni Albarina ni yo imaginamos que aquellas niñas y niños de
Pueblo Nuevo, en Pinares de Mayarí, pasarían, de forma tan rápida y
desenvuelta, de espectadores en protagonistas de un espectáculo cuyo mayor mérito
quizás estuvo en la espontaneidad con que llegó a esa alta comunidad montañesa.
Concentrados
en la recién reparada y bella escuelita del poblado, los pequeños anfitriones
agradecieron las ocurrencias de la
Muñeca, mediante respuestas que denotaron el alto dominio de
la historia y de otras asignaturas, gracias a la pasión de maestros que germinaron
allí mismo, entre los casos de los mulos y el ruido de camiones que braman como
toros salvajes trepando cuesta arriba.
Pareciera
que la timidez murió hace siglos en ese paraje, o que nunca echó raíces en la
misma rojiza tierra donde décadas atrás un grupo de guajiritos de la zona se
batieron al duro en béisbol “contra” un improvisado equipo encabezado por el
Comandante en Jefe Fidel Castro, en medio de una visita que han de recordar y
venerar cuantas generaciones vengan por delante.
Muy bien lo
conocen y lo saben —como si hubieran empuñado guantes y bates— las niñas y
niños que ahora formaron rueda, saltaron en un solo pie, intentaron torcer la
nariz y le suplicaron a Albarina que regresara otro buen día, para volver a
jugar con ella y para plantarle en plena
mejilla el beso que no pueden darle en tardes de miércoles, cuando actúa para
ellos, mediante la pequeña pantalla del televisor que los bisabuelos de la
montaña jamás imaginaron, ni pudieron ver, antes de aquel año (1959) que pasó a
la historia de este país y que bien pudo llamarse Año de todos los niños, hasta
la eternidad nacional.
(Tomado, una vez más, de mí mismo, en TVA)
miércoles, agosto 16, 2017
A TUS PIES
Subía
montañas, allá por el noble Mayarí, sediento de más pinares, cuando la señal
sonora que un día escogiste, para hablar y escribir siempre tan claro,
estremeció la serranía, el pecho de mi Reina esposa y lo que la naturaleza puso
dentro del mío.
Sabíamos,
todos, que un día el sueño eterno se creería —vaya alucinación— vencedor de tu
pupila, esa que está leyendo, ahora mismo, la yema de mis dedos, filtrada por
el cristalino prisma de tus bifocales…
Nadie
imaginó, sin embargo, que dejarías de respirar tan pronto, casi acabadito de
nacer, compadre, aún cuando males que matan se habían aprovechado de tu
hospitalidad congénita, para instalarse, desde hace siglos, en algún cálido
remanso de tu inquieto interior, decididos a hacer su mortal faena.
Subía yo montañas,
allá por el holguinero Mayarí, cuando la emisora homónima se hizo eco de la
noticia y, sin perder tiempo, puso en el éter tu voz, mediante las
declaraciones que alguna vez ofreciste por solicitud de aquellos muchachos que
no se cansan de trabajar: más en los trajines de la información y del
periodismo, ellos, que los mismísimos mulos en el ascenso y descenso de todo
el lomerío.
Y, en ese
instante, pudiste haber bajado a mi memoria vestido de impecable traje y
anudada corbata, o con esa blanca guayabera que bien pudiera engrosar la
colección del museo espirituano, o a la zaga del micrófono en franco adelanto
de lo porvenir; pudiste acudir, en fin, envuelto en mil y más maneras asociadas
al trabajo que nunca te faltó y al que jamás faltaste…
Pero
llegaste a mi recuerdo tranquilito, del modo menos imaginable: sentado campechana
y familiarmente en una alta silla, con los zapatos quitados, quién sabe si
agotados (ellos), a apenas diez centímetros de tus olímpicos y frescos pies: los
pies que, sin duda más zapatearon al gremio periodístico cubano, de Punta a
Cabo, en los últimos años, si no en toda su historia.
Quien ahora
te observe así, captado por la ocurrente y sana irreverencia de mi lente, quizás
te imagine descansando. Error: seguías, en ese instante, andando, desde la
posición de sentado, como diría un francotirador; andando en también franca
prolongación de una jornada interminable.
Por eso,
benditos, sí, benditos esos tus pies andantes, los mismos que seguirán marcando
pasos, con la seguridad de ayer, con la humildad de siempre, con la ternura que
tu entrañable y fiel compañera se empeñó en deshojarles, a bordo de caricias.
viernes, agosto 11, 2017
MABUYA TIENE SU BIOSALUDABLE
Si alguien ha tenido dudas, en algún momento, acerca del
espacio que continúa cobrando el ejercicio físico en función de la salud humana
en Cuba, puede quedar libre de preocupación al visitar la comunidad de Mabuya,
zona rural del municipio de Chambas,
unos 75 kilómetros
al norte de la cabecera provincial, Ciego de Ávila,
donde acaba de ser inaugurado un confortable gimnasio biosaludable.
Devenido alegre acontecimiento para pobladores del lugar, e
incluso para visitantes, el complejo consta de los mismos aparatos con que
miles de personas realizan ejercicios, diariamente, en las más importantes
ciudades o en otros asentamientos intrincados del país.
No es casual que la apertura del gimnasio haya tenido lugar
en medio de las actividades que para niños, jóvenes, adultos y personas de la
llamada tercera edad ha organizado el Consejo Popular de ese lugar, único en la
provincia que se inserta, íntegramente, en el Plan Turquino Bamburanao.
El interés que, desde su inauguración, ha despertado el
biosaludable, indica no solo cuan acertada fue esa decisión por parte del
Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER),
sino también la necesidad que tiene la población rural de acceder a formas
sanas y saludables para emplear mejor el tiempo libre y proteger la salud.
Aunque parezca un punto de vista de Perogrullo, a partir de
este momento habrá que velar por dos asuntos vitales: que se le dé al gimnasio
un uso óptimo, sistemático, preferiblemente dirigido por entrenadores o
especialistas, y velar por el cuidado de esos artefactos, adquiridos por Cuba
en la arena internacional.
Los habitantes de Mabuya sabrán hacerlo. Espero que ni
ellos, ni visitante alguno, lleguen a dudarlo.
(Tomado de mí mismo, en TVA)
(Tomado de mí mismo, en TVA)