lunes, marzo 28, 2016

 

MI TURBINERO




Pareciera que vino al mundo con una llave de mecánica entre las manos, un par de botas de goma bien calzadas en los pies y unos deseos enormes de estar siempre haciendo algo.


Así se le ve, entre penumbras, desde mucho antes de que claree el día, hasta que la noche vuelve a cubrir con su manto al atardecer, y tal vez un poco más allá.


No es capricho, ni obligación. Quienes viven en el reparto Vista Hermosa, de la cabecera provincial Avileña, saben que en ese muchachón, a quien todos llaman simple y alegremente Leonis, solo anidan dos cosas: una pasión desbordada por la función social que realiza (¿acaso “turbinero del barrio” y nada más?), así como un grado de responsabilidad que debe haber traído consigo desde el vientre materno, junto a su llave y sus botas.


Es por ello que, sin dejar de ser un gran dilema, el agua llega con una tonalidad menos gris a los vecinos de casi una veintena de edificios multifamiliares de esa zona, donde cada gota sabe más a equidad que a descuido o despilfarro.


Sucede que, durante años, este muchacho no ha sido únicamente el encargado de activar la turbina multi-residencial, en el “religioso” horario establecido, según una programación o ciclo cada vez más rígidos, en medio de la sed climatológica que se empeña en resecar la boca y las entrañas subterráneas de Ruspoli…


No. Con su sonrisa a prueba de todo tipo de sequías y una de las miradas más acuciosas que he visto a lo largo de mi vida, Leonis deviene salvador de innumerables obstáculos e inconvenientes, asociados o no al abasto de agua, al flujo de albañales.


Con razón no hay día sin saludo realmente preñado de cariño, hacia él, o sin esas bromas, desgajadas desde un balcón o a repique de nudillos sobre el hombro, que, por sanas y familiares, jamás le han hecho perder el paso.


Quizás ni él mismo sepa con cuánta admiración los vecinos del edificio situado al fondo lo ven —además-— inmerso en los trajines que genera una cocina hogareña, no porque haya decidido “ayudar” en ese instante, pues si en alguien se entretejen deber, responsabilidad, placer y gratitud es en él: luz, jamás candil, en casa como en la calle.


¿De qué modo lo sé, si ni siquiera conozco la edad que aún no aparenta o los apellidos que siguen a su nombre?


Me lo dice —y se lo dice él a todo el mundo— cada amanecer, a las seis de la mañana, con ese cordial Buenos días, desde el pedazo de acera que comparte, llave en mano, con un pequeño perro, en silencio ambos, mientras se confiesan quién sabe cuántas cosas, antes de levantarse y echar a andar, con esa deformación motora que sí deben haber advertido médicos y enfermeras, allá en el salón de parto, cuando absolutamente nadie imaginaba que aquel niño tendría, para siempre, la envidiable virtud de, aún así, caminar con paso firme por el laberinto que a cada quien le va trazando la vida.

viernes, marzo 25, 2016

 

ENTRE NIÑOS

Divino y santo este Viernes, antesala del apacible ambiente que me espera, mañana sábado y el domingo.

Allá, en un tranquilo recodo de la piel espirituana me espera la ternura sin fin de mi madre.

Cargado de infantiles sueños partiré temprano, junto a mi Reina.

¿Quién no se siente niño cada vez que corre a los brazos de su Mamá?, no importa si con 5, o con 55 años en las costillas, como casi casi estoy acumulando yo en las mías.


Pero sobre todo rodaré los 75 kilómetros que median entre Ciego de Ávila y Sancti-Spíritus, cargado de niñas y niños... en mis memorias (flash y cerebral), en mi mochila, en la almohada.

Sin ellos no respiro igual... desde que era niño.

Y no es capricho. Es necesidad, como la tuya, que me lees, aunque tal vez casi nunca lo digas.

¡Hasta el lunes, pues!

¡Arriba, niños, montando... qué me voy!



 

sábado, marzo 19, 2016

 

SI YO FUERA EL MÉDICO DE OBAMA




No sé qué consejos, observaciones, chequeos, recomendaciones… le habrá hecho en las últimas horas al presidente Obama su médico personal, o el equipo de especialistas encargado de su salud.

Ese "insignificante" detalle ha acudido a mi mente, mientras me llega el tintineo informativo de otras teclas, en torno a una visita que realmente ya hace historia, aún sin ocurrir.

Pero si yo fuera el médico del actual presidente norteamericano y, por supuesto estuviera al tanto de la realidad cubana, me sentiría bastante preocupado. No porque un descarriado mosquito pueda picar al mandatario, o porque pueda exagerar degustando un plato criollo, ser víctima de una gripe y mucho menos de una agresión física o verbal. No, nada de eso. Alguien bien informado conoce y re-conoce a ojos cerrados y pecho abierto el grado de salud y de seguridad que respira y transpira este Archipiélago, desde hace más de medio siglo, muy a pesar de “tormentas y embates” de todo tipo, aunque casi siempre desde y en el mismo sentido sin sentido.

No. La preocupación más bien tendría que ver con lo interno, porque no sé, de verdad, si en el fondo Obama esté preparado para apreciar, admitir y soportar las muestras que quizás nunca ha visto, ni imaginado, en términos de respeto, de sinceridad, de educación, por parte de niños, jóvenes, adultos, ancianos, personas de todos los sectores, orígenes, creencias, afiliaciones… 

Así ha ocurrido durante décadas con cuanta personalidad visita a Cuba. ¿Por qué habría de ser diferente ahora? El cubano sabe —y no olvida— de inmerecidas llagas, históricas y ultramarinas, sobre su piel. ¡Pero cuánto decoro lleva por debajo y por encima de ellas!


De modo que, prepárese Señor Presidente a ver en las miradas —y en este país  siempre se mira a los ojos— la esencia exacta del discurso o de la palabra con aroma de verdadero pueblo. Dispóngase a ver sonrisas ciertas y espontáneas, sencillez congénita, rica humildad, manos que ofrecen, fino olfato, oídos atentos, vergüenza a prueba de principios sin fin… de veras.

Camine, ande, pregunte, converse, intercambie, no duerma (si lo prefiere), haga suya la siempre tranquila y segura madrugada cubana, cargue con ella y con el día completo y repleto para su país; llévese cuantas vivencias y emociones le permita la aduana de sus sentimientos. No se pre-indisponga y mucho menos se bloquee a sí mismo, ni por un instante… porque apuesto a que no tiene usted idea de lo que significa estar bajo efectos de bloqueo años y años. 

Pero sobre todo, échele de vez en vez un vistazo a su médico personal. Si él es bueno de verdad —y eso nadie lo pondría en duda— bastará con una fugaz mirada entre ambos para que el doctor sepa si las presidenciales agujas del pulso suyo, la tensión arterial, el compás respiratorio y otros “relojes” naturales del organismo andan como de costumbre, o si, por algún “extraño y divino” motivo han empezado a dispararse, para bien, “fuera de revoluciones”.

jueves, marzo 10, 2016

 

AMANCIO COMO AYER




Por suerte no tengo problemas cardíacos. De otro modo, anoche hubiera terminado asistido por el SIUM (Sistema Integrado de Urgencia Médica) o en la sala encargada de los cuidados coronarios.



La sana culpa la habrían tenido los amancieros (habitantes del municipio de Amancio Rodríguez, extremo sur de la oriental provincia de Las Tunas) y más específicamente Eduardo  Álvarez: el alegre “cabecilla” de un club que mantiene viva, todo el tiempo, la música de la llamada década prodigiosa, tanto entre los tembas (adultos que sobrepasan los 40 años, más-menos), como en ancianos de cualquier edad, sin excluir a niños y a muchachas y muchachos de esos que andan con los pelos “de punta” a golpe de gel.



El problema fue que, sin previo indicio o en franca emboscada, se reunieron para aprobar, mediante resolución y todo, que Pastor Batista Valdés fuese Miembro de Honor del mencionado club.


¿A santo de qué? —como solía decirse en los tiempos mozos de mi abuela.


Nada, sencillamente porque el tal Pastor ha publicado en su antiguo periódico (Granma) materiales escritos con marcada pasión (eso es cierto), reflejo del cordial clima que reina en ese club, de los valores humanos que cultivan sus miembros y de un alcance que ha estremecido a connotados artistas de aquella época, más allá de las fronteras cubanas, interesados incluso en “darse un saltico” hasta Amancio para evocar y disfrutar melodías que han muerto o que bostezan sordas en el éter geográfico que las vio nacer.


¿Y qué decir, entonces, de esa honrosa condición, cuando en verdad todo el mundo levantó allá su mano a favor de la propuesta? —tal y como consta en un video que aquella hermosa gente me hicieron llegar hasta Ciego de Ávila.


Caramba. En mis reportes o apuntes periodísticos no hice más que reflejar una realidad, un acontecimiento cultural y social que anida en muchas partes del país. Porque si una experiencia une, motiva, arrastra y estimula son los clubes de amigos de la década prodigiosa.


Tendré, por tanto y con tremendo placer, que darme también mi “saltico” hasta Amancio, en abril, para que se me “oficialice” la referida condición en pergamino, y para que se me enraíce aún más, dentro del pecho y en el torrente sanguíneo, la admiración que siento por aquella noble y laboriosa gente, que mantiene viva esa inmortal música, Casi como ayer… siempre como siempre.


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