martes, agosto 22, 2017
ALBARINEANDO ENTRE PINARES
Cuando
surgió la idea de aprovechar la visita a Mayarí (invitados por el Club de la Década Prodigiosa
allí) para que, además, Albarina interactuara con niños de la serranía, pensé
que los sorprendidos serían esos pequeños, hasta quienes tal vez nunca había
llegado una muñeca de carne y huesos, que hace reír, cantar, jugar, declamar
poesías, descubrir adivinanzas, soñar, emprender vuelo y regresar a la realidad...
Pero me
equivoqué. Parcial o relativamente, me equivoqué: la sorprendida fue Reina
Torres Pérez, directora de la Televisión Avileña, quien desde hace muchos años
encarna el personaje infantil de Albarina, llevado luego al programa
Colorisoñando, del mencionado telecentro, espacio solicitado por la Televisión Nacional
para ponerlo al alcance de todos los niños cubanos, cada miércoles, a las 4:45
de la tarde por Cubavisión, desde enero hasta diciembre.
Y digo que
me equivoqué porque ni Albarina ni yo imaginamos que aquellas niñas y niños de
Pueblo Nuevo, en Pinares de Mayarí, pasarían, de forma tan rápida y
desenvuelta, de espectadores en protagonistas de un espectáculo cuyo mayor mérito
quizás estuvo en la espontaneidad con que llegó a esa alta comunidad montañesa.
Concentrados
en la recién reparada y bella escuelita del poblado, los pequeños anfitriones
agradecieron las ocurrencias de la
Muñeca, mediante respuestas que denotaron el alto dominio de
la historia y de otras asignaturas, gracias a la pasión de maestros que germinaron
allí mismo, entre los casos de los mulos y el ruido de camiones que braman como
toros salvajes trepando cuesta arriba.
Pareciera
que la timidez murió hace siglos en ese paraje, o que nunca echó raíces en la
misma rojiza tierra donde décadas atrás un grupo de guajiritos de la zona se
batieron al duro en béisbol “contra” un improvisado equipo encabezado por el
Comandante en Jefe Fidel Castro, en medio de una visita que han de recordar y
venerar cuantas generaciones vengan por delante.
Muy bien lo
conocen y lo saben —como si hubieran empuñado guantes y bates— las niñas y
niños que ahora formaron rueda, saltaron en un solo pie, intentaron torcer la
nariz y le suplicaron a Albarina que regresara otro buen día, para volver a
jugar con ella y para plantarle en plena
mejilla el beso que no pueden darle en tardes de miércoles, cuando actúa para
ellos, mediante la pequeña pantalla del televisor que los bisabuelos de la
montaña jamás imaginaron, ni pudieron ver, antes de aquel año (1959) que pasó a
la historia de este país y que bien pudo llamarse Año de todos los niños, hasta
la eternidad nacional.
(Tomado, una vez más, de mí mismo, en TVA)