viernes, enero 22, 2016

 

GUAJIRITOS


 

Andan a caballo, bajo el ala de un sombrero (de paño o de yarey), con botines, camisa  y pantalón de vaquero...

No levantan una cuarta del suelo -como solía decir mi abuelo materno- y hay ver cuánta destreza tienen a lomo de bestia.

Lo llevan en la sangre, en los genes; por herencia, por transmisión natural de padres a hijos... durante generaciones enteras.

Estos son de Jicotea: zona rural cercana a Ciego de Ávila, en el centro del Archipiélago cubano. Pero los hay en muchísimas partes de la geografía nacional.

Son guajiritos y guajiritas que van, como todo niño cubano, a la escuela, cumplen sus deberes, aman a su familia y... adoran la tradición y el oficio del ganadero.

Hace poco los vi derrochar premeturo virtuosismo en la pista de rodeo que tiene esa localidad avileña. Galoparon entre barriles, enlazaron terneros; los más espigados derribaron reses a mano y hasta montaron sobre peligrosos toros.

Muchos de ellos, serán mañana maestros, técnicos, ingenieros, deportistas, cantantes. Sí, tal vez cantantes de esa misma música campesina que se escucha en sus hogares o de los corridos mexicanos que suelen interpretar alegremente a vuelo de montura.

... pero serán, sobre todo, amantes de los caballos, del ganado, del campo, de la naturaleza. 

Nada más saludable, que preservar esa noble inclinación en nuestras niñas y niños, sobre todo en tiempos donde el mal gusto y la palidez en buenas costumbres y en determinadas tradiciones emergen como la mala yerba. 


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