miércoles, mayo 17, 2017

 

CARTA A JOSÉ MARTÍ




Tengo la suerte de recibir llamadas, mensajes, sugerencias... 

Uno de los telefonazos más recientes venía sin nombre específico de destinatario. Coincidentemente fui yo quien levanté el auricular y...

Al otro lado estaba un habitante del lejano poblado costero de Punta Alegre, en el municipio de Chambas, provincia de Ciego de Ávila.

Su intención era dar a conocer la carta que recién él acababa de escribirle a José Martí Pérez, el Héroe Nacional Cubano.

No sé si, por razones de espacio, la prensa escrita podrá publicar tu misiva, en la próxima edición  -le dije, pero, al menos en mi página personal, puedes estar seguro de que va.

Y eso estoy haciendo.

No sé quién es Pedro Manuel Balmaseda Hernández. Pero después de hablar con él y de leer su carta le abro mi espacio digital. No tengo la menor duda de que es de esas personas que aman la verdad, confían en el futuro y creen en la inmensidad del ser humano.

He aquí sus apuntes:



Querido José Julián Martí Pérez:



No imagina usted, cuánto me hubiera gustado conocerle en persona. Hoy estaría mucho más preparado para enfrentar estos tiempos convulsos.


He de contarle que hubiera deseado tener la experiencia y la valentía que usted siempre tuvo a la hora de luchar y a la hora de tener que enfrentarse a tanto dolor y sufrimiento, desde tan temprana edad.


Quisiera tener ese poder extraordinario suyo en las ideas, su conocimiento y cultura en el momento de hablar, de escribir y, a la vez, de cultivar una rosa blanca.


Sé del dolor infinito que tuvo que soportar en prisión, en las canteras de San Lázaro, el cariño que sintió por el niño Lino Figueredo y por el anciano Nicolás del Castillo. Imagino lo que padeció en el exilio, deportado y separado de sus seres más queridos y de su patria, a la que usted definió como Humanidad.


Sus discursos en el exterior, especialmente en los Estados Unidos, conservan total vigencia. Hoy el monstruo está más revuelto y es más brutal.


Puedo imaginar lo hermosa que debió ser la bailarina española cuando usted la llamó divina, y los momentos felices junto a La Niña de Guatemala, que usted sabe, como nadie, a causa de qué murió.


Qué valor y qué sensibilidad humana la de su amigo Fermín Valdés Domínguez (luchador incansable por la reivindicación de la inocencia de los estudiantes de medicina fusilados) quien, de rodillas sobre la tumba de ellos, escribió el epitafio Inocentes.


Sé de la admiración y respeto que sintió por el Libertador Simón Bolívar. Le cuento que, como usted, tuve el honor de andar esos caminos y conocer a Hugo Chávez, un hombre de ideas excepcionales, a quien estoy seguro usted llamaría El Bolívar de estos tiempos.


Sepa que, para toda Cuba constituye motivo de orgullo llamarle a usted nuestro Héroe Nacional, por todo lo que escribió, lo que hizo, lo que nos enseñó. 


Soy un profundo admirador de sus escritos, de sus versos, de su poesía. La primera vez que leí La Edad de Oro quedé fascinado con sus historias.


Al leer la carta a su amigo Manuel Mercado creo que hasta sentí sana envidia, al ver cómo lo llamó hermano queridísimo.


Del mismo modo que en Dos Ríos, otra vez volvimos a verlo cabalgar frente a una caravana; esta vez acompañando a un caballo sin jinete, pero vivo, porque ni la muerte cree haberse apoderado de él.


Por razones del tiempo, no pude conocerlo a usted, pero sí a su mejor discípulo: nuestro Fidel Castro, suyo también.


Espero que con estas palabras usted sepa que no está solo...  que tiene a un país completo a su lado, siguiéndolo, Maestro.


Reciba este 19 de mayo un abrazo inmenso como el sol que usted juró morir mirando.





Pedro Manuel Balmaseda Hernández

Jefe de cátedra de Educación Física
Combinado deportivo # 3, Punta Alegre




lunes, mayo 15, 2017

 

TIEMPO DE NIÑOS




Vuelvo a sentirme niño...

Amanece y —con frío o calor, bajo lluvia o no— mi madre se empeña en levantarme cuando más rica siento la cama. Y yo, que quiero dormir unos minutitos más; y ella, que si llego tarde al círculo infantil o al colegio; y mi padre que no habla mucho pero me mira un poco atravesado…

Entonces uno de ellos me agarra de la mano y, pa´la la escuela. Eso no me molesta, todo lo contrario, porque allí me siento bien, entre amiguitos de mi edad, aprendo muchas cosas, pero caramba, cuando regreso ya casi no hay tiempo para nada. Mamá corriendo de un lado para el otro, preparando la comida, limpiando la casa o disparada rumbo a la placita. Y papá ni hablar, a veces me acuesto y ni ha llegado del trabajo o cuando me levanto ya se ha ido.

¿Salir a jugar un rato? Ojalá, pero casi nunca puedo o no me dejan, porque si ya es tarde, porque si los carros, porque si la gente, porque si la tarea primero… 

A veces me parece que mis padres olvidaron aquel tiempo en que pedían su tiempo —y lo tenían— para empinar papalotes, bailar trompos, jugar yaquis o muñecas, batear, correr, criar pececitos, o simplemente salir a “mataperrear” (como dicen los abuelos) con los demás muchachos del barrio, de forma sana y con cuidado.

Eso no es tan fácil de lunes a viernes. Y los sábados y domingos, por el mismo estilo.
No conozco a un solo padre que niegue la importancia de prestarles atención o dedicarles tiempo a los niños, alimentar su fantasía, crearles condiciones para el esparcimiento, abrirles puertas a la imaginación. Pero del dicho al hecho muchas veces hay tremendo trecho… de tiempo.

No sé si algunos adultos tendrán idea de cuánto nos gustaría corretear por un parque mientras mamá lee un libro o caminar de la mano de papá, preguntándole cosas que él termina halándose los pelos para responder. Pero, ¿si no es a ellos, a quiénes se las vamos a preguntar?

¿Y qué sucede, entonces, cuando no nos pueden atender como quisieran y como quisiéramos? ¿Qué ocurre cuando, por falta de tiempo, no hay fútbol callejero, cometas al aire, ni parque, ni pista, ni bolas, ni quimbumbia, ni otros juegos sepultados en el tiempo aun cuando sobra espacio?

Ocurre que terminamos yéndole encima al table de siempre, a la computadora de papá, al celular o al primer artefacto que tengamos delante, con esos juegos electrónicos que nos convierten en niños robotizados, durante horas, horas que vertebran ese mismo tiempo invertebrado, mudo y sordo para otras opciones mucho más útiles y didácticas.

Yo sé que no es igual en todos los hogares, que muchos padres y madres sacan tiempo de donde no tienen, para atendernos, escucharnos, comprendernos, meterse dentro de nosotros y llenar con mucha pasión ese estrecho margen que nos deja el ajetreo escolar, familiar y social, de lunes a lunes… pero, ¿acontece así en todas las familias?

Observe todo adulto a su alrededor y autoevalúese. Somos tan felices, las niñas y niños, con lo más “mínimo”: una mirada, una caricia, un beso, una palabra, un consejo, todo lo que nos ayude a sentir, ver, aprender, soñar, para no llegar a la adultez cargando esa irreparable deuda con la infancia que, para entonces, ya las arcas del tiempo no podrán cobrar.  




martes, mayo 02, 2017

 

MUCHA JUANA


Al verte, Juana Valdés Estepe, devorando, paso a paso, con tus 83 años, cada metro de calle y de explanada, para pasar frente a la tribuna, apoyada en tu inseparable bastoncito...
 
Al observar el modo en que, a intervalos, sonríes, te afincas y continúas...

Víctima, yo, de inevitable admiración y sorpresa porque, excepto esa banderita y el eterno Fidel que traes de tu mano, nadie más te acompaña (sé que tus muchachos —como vas a seguir llamándoles, aunque cumplan cien años y tú unos cuantos más— se fueron a desfilar con sus respectivos sindicatos)...

Pero, sobre todo, cuando escucho, casi en un susurro, que has venido desde la calle Fernando Callejas, cerca del Policlínico Sur, en Ciego de Ávila, porque ni los calendarios ni la jubilación pueden frenarte ni, mucho menos, borrar todo lo lindo que te dejaron, dentro del alma, 25 años haciendo azúcar en el Central Ciro Redondo...

Entonces tengo, obligatoriamente, que preguntarme: ¿quién, sabiéndote como eres, se resistirá a ser, la próxima vez, el primero en desfilar junto a ti?


lunes, mayo 01, 2017

 

REVERENCIA DE FUEGO




Dejaba boquiabierto a todo el mundo, cada vez que tomaba un sorbo de aquella sustancia, se acomodaba elegantemente, soplaba hacia lo alto y una llamarada parecía prenderle fuego al mismísimo cielo.


Repitió la escena varias veces, cuando su bloque obrero pasaba frente a la tribuna, este Primero de Mayo, en Ciego de Ávila .

Es un artista, le comentó asombrada una adolescente a su mamá, mientras miraba, quizás por vez primera, la destreza con que aquel hombre “echaba candela por la boca”.

Fue una de las tantas iniciativas del movimiento obrero avileño, a lo largo de un desfile que movilizó a  miles de trabajadores, junto a su familia.





Hermosa reverencia, sin duda. 


Reverencia de fuego ante la tribuna.

Reverencia ante la historia y la bandera.

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