jueves, marzo 03, 2022

 

LAS BABAS DEL TÍO SAM

                           

Si el gobierno de los Estados Unidos, otros que en Europa hacen el ingrato rol de prolongación servil y la OTAN pudieran prohibir que Rusia respire el aire que cruza sus fronteras, no tenga usted la menor duda de que lo harían. No importa sobre qué bases jurídica e internacionalmente legales… ¡pero lo harían!

¿Acaso no se han negado a que aeronaves rusas surquen su espacio aéreo?

Tal es la intensidad de un ensañamiento para el cual ninguna razón lógica o argumento sensato podrían esgrimir sus portadores.

Acabar con Rusia, satanizarla, culparla de una “deleznable agresión”, condenarla a escala internacional y demeritar el incuestionable prestigio y la dignidad de Vladimir Putin, emerge como propósito. Lo demás, no cuenta. Así anda el mundo; así se arrastra la política, con sus fauces imperiales cada vez más sucias.

Contextos como ese me hacen perder toda creencia en la casualidad.

No es fortuito, en modo alguno, que detrás de todo ello esté  -una vez más- la mano del imperio norteamericano. ¿Cómo entender que, por un lado, Washington inyecte fuerzas, medios, armamento en Ucrania, siga intentando atenazar a Rusia con bases e instalaciones militares, atrinque cielo y tierra para cercarla y, por otro, quiera emerger desde el principio como el  más “preocupado”, ante la obsesiva y cacareada idea de que Moscú ocupará territorio ucraniano?

¿A quién pretenden engañar? Es la mima engreída filosofía de siempre: yo puedo amenazarte, atacarte, aplastarte, pero tú no puedes mover ni un dedo para defenderte.

Bienvenida, en este minuto, toda voz que culpe a Rusia (por protegerse), pero “ayayay” de las voces que hubiesen condenado las sí injustificadas y sangrientas guerras, aplaudidas y dibujadas por Estados Unidos en Yugoslavia (1999); Afganistán (desde 2001) e Irak (a partir de 2003), con más de un millón de muertos, heridos, destrucción, despojo cultural y material...

 

 Y la OTAN ahí, fiel a los designios, consciente, por lo visto, de que existe, más que otra cosa, para concretar en beligerancias armadas lo que económicamente busca la insaciable industria militar norteamericana fuera de su inmaculado territorio. O sea: conflictos bélicos, fraccionamiento de naciones, muerte, sufrimiento humano, sojuzgamiento… Eso es: todo cuanto resulte posible, pero fuera de mi casa.

Analistas han dejado claro que en medio de todo esto se conjugan intereses muy grandes. El de esa industria bélica es, sin duda, uno. El del poder económico y la hegemonía como sistema, es otro.

Resulta curioso que, como explica Prensa Latina, Hunter Biden (hijo del mandatario norteamericano) y Burisma Holdings (el mayor productor ucraniano de gas), sean como “uña y carne”. O uña y churre, o churre y churre. Para el caso es lo mismo.

Solo un tonto -y cómo han aflorado en los últimos días- no vería el modo en que Estados Unidos se babea ante la, por ellos instigada, posibilidad de quitarle a Rusia el suministro de gas a Europa por medio del proyecto de gasoducto internacional, conocido como Nord Stream 2.

Más claro ni el agua. Washington perfila su mordisco en ese terreno. Eliminados los rusos, entonces barcos norteamericanos se “sacrificarían humanitariamente” trasladando hasta puertos europeos un gas que dejaría sin bolsillo y sin aliento a los consumidores (ahorcados por el último eslabón de la cadena), mientras engrosaría las arcas de productores norteamericanos, “donantes”, transportistas y otros personajes hábiles en trucos y negocios de igual índole.

Qué va. De ningún modo a Estados Unidos le conviene perder a un gobierno como el de Ucrania, dispuestamente arrodillado, fruto por demás de un golpe de estado –fórmula imperial por excelencia en estos tiempos- con la consiguiente posibilidad de instalar misiles nucleares a solo cinco o seis minutos de Moscú. Algo como para chuparse los dedos sin haberse lavado totalmente la sangre de otros “oscuros rincones”.

 

Por eso, y por los recursos con que la naturaleza bendijo al territorio ucraniano (uranio, titanio, manganeso, hierro, mercurio, carbón, queso, envidiable superficie de tierra cultivable, maíz, cebada, papa, centeno, trigo, aceite de girasol…) la Casa Blanca no se oculta para sancionar a Rusia, para hacer que se mantenga tímpano sordo ante la voluntad de diálogo y de solución pacífica, para empaquetar millonarias sumas y lotes de peligrosísimo armamento o para decirle a todo el mundo (mediante su arsenal de guerra mediática): Rusia es el demonio, todos en su contra ya.

Por ahí, amigos lectores andan las agujas del Tío Sam, tan infectadas o aptas para infectar como cien años atrás… y más.

Si usted -apelando solo a la historia, a esa memoria que nada ni nadie puede quitarle, ensuciarle o cambiarle-  está consciente de que así es, entonces no ponga ni el tonto por medio del oído ante el deslave de falacias que orbitan contra la verdad, ni ponga esa sagrada porción de su cuerpo, donde la jeringuilla made in Usa pretende darle el pinchazo. No; no lo haga.

 

 

     


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