domingo, marzo 14, 2021

 

RAÚL A LOS PIES DE UNA PRINCESA DESCALZA

 


   Desde que vi la imagen, privilegio de ese envidiable archivo que con tanto celo y pasión conserva el periódico Granma, fui hombre muerto. Muerto por la emoción de un instante que no viví (yo ni siquiera había nacido), pero que, a punta del lente que lo captó, me hace sentir una especie de testigo ocular directo.

   De tal modo, más que ver, creo recordar el sano donaire con que –descalzos sus diminutos pies, con las piernas ligeramente abiertas, la derecha más adelantada, “en puntillita”, acaso en señal de seguridad y avance; las manos entrelazadas detrás  en inequívoca expresión de respeto y una madurez  que millones de adultos desearían reflejar en pleno rostro- aquella serranita permanecía plantada frente a Raúl, como lo que en esencia era: una verdadera princesa de la porción más humilde y noble de pueblo cubano.

   Deslizo a la izquierda mi mirada y ahí está el Comandante guerrillero, en posición de cuclillas, totalmente a los pies de la chiquillita, “muerto” (también) de sonrisa, de admiración y de ternura, tal vez ante las simpáticas respuestas que la niña ha dado a preguntas recién hechas por él, o quizás esperando para ver qué nueva ocurrencia dispara… porque, a juzgar por su rostro, es obvio que algo prepara.

  Miro, vuelvo a mirar la foto y, ¡caramba!, no puedo sustraerme al antojo extemporáneo de correr y cargar en brazos a esa mujercita en miniatura, hermana (clon o reproducción viva) en tiempo y forma de aquella otra que años más tarde conmovería para siempre a Cuba entera, desde geografía matancera, con un nombre tan campesino como bello: Nemesia.

   Claro que me gustaría saber en qué punto del extenso territorio bajo control del Segundo Frente Oriental Frank País, Raúl tuvo contacto con la niña, cómo concluyó aquel diálogo, si alguna vez volvió a verla…

   ¿Qué fue de ella en los meses siguientes y sobre todo después del triunfo revolucionario? ¿Estudió, dónde, qué nivel de escolaridad alcanzó, sigue viviendo en la zona, quién es hoy, a qué se dedica, en qué trabaja, a qué organizaciones sociales está integrada, cuántos hijos o nietos tiene, habrá visto alguna vez esta histórica fotografía…?

   No sé por qué, pero la imagino tres veces más ocurrente y jaranera, a la cabeza del trabajo voluntario o de la caldosa para celebrar alguna de las fechas que todos los cubanos festejamos desde que el propio Raúl,  con apenas 27 años, tal y como publica Granma, tomó 31 cuarteles en aquel vasto territorio,  liberó ciudades y poblados, instauró los departamentos de Justicia, Sanidad Rebelde, Obras Públicas, Tesorería, Educación, Propaganda, Inspección, los burós Agrario y Obrero, organizó 20 hospitales y puestos médicos, además de unas 400 escuelas, entre otros beneficios para los habitantes de la serranía.

   Miro y remiro la misma imagen, y tampoco puedo sustraerme al deseo de darle un buen abrazo a ese hombre, siempre veinteañero, que de elegante boina, cabello largo y verde olivo uniforme es todo reverencia ante la niña.

   Y hasta puedo suponer, en un ejercicio de objetiva imaginación, cuántas veces, con sus hijas Mariela, Nilsa y Déborah en brazos, habrá acudido a su memoria la imagen de la humilde serranita que aparece en esta foto, acompañada de un niño, arropado de una tímida pobreza.

   Cargadas de personajes y de nombres reales, en numerosas cintas cinematográficas, canciones, novelas e informaciones de prensa he visto frases al estilo de… “se busca”, “si alguien sabe de…”

   No es de búsqueda mi intención al escribir esta breve crónica, pero si alguien conoce a esa todavía también divina niña háganle llegar, en labios de todos los niños cubanos, el beso con que, seguro estoy, de ella se despidió aquel día Raúl, luego de ponerse de pie otra vez, para seguir haciendo camino y Revolución en el seguro vientre de las montañas con que la naturaleza bendijo al oriente cubano y a todo tiempo futuro de la nación.

 

 

 


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