lunes, enero 11, 2021

 

LA ROSA DE LOS CINCO HÉROES CUBANOS

      ... HA DEJADO DE RESPIRAR, PERO NO DE EXISTIR 


 

La muerte de Rosa Aurora Freijanes Coca, este domingo 10 de enero, consterna, duele.

 

Cuba y el mundo fueron testigos del estoicismo con que esa delicada mujer enfrentó los durísimos años en que Fernando González Llort, entonces esposo suyo, permaneció confinado en cárceles norteamericanas.

Como se sabe, a él, Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar, René González Sehwerert y Antonio Guerrero Rodríguez les fueron impuestas severas e injustas condenas, acusados de espías y de atentar contra la seguridad de Estados Unidos, cuando la realidad comprobable demostraba que su único propósito en aquel país era prevenir acciones terroristas contra Cuba.

Releo despachos que han difundido en las últimas horas la noticia acerca del fallecimiento de Rosa Aurora y no puedo evitar que el tiempo lleve otra vez mi mano a la de ella, la misma que estreché un cálido mediodía allá, en la sede provincial del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) en Las Tunas.

 


Han pasado casi 15 años y puedo verla, nítidamente, rodeada de niños que habían acudido a ese lugar animados por la idea de verla, escucharla, darle y recibir de sus labios un beso.

 

Sonriente, con la dulzura de un mar tranquilo en el azul de su mirada, ella  quemaba millas de cariño, ajena al tiempo en fuga, mientras dedicaba  libros, cuadernos, afiches, libretas, hojas sueltas y cuanto pergamino hallaban niñas y niños, empeñados en retornar luego a casa y guardar en el lugar más seguro e importante un pedazo de linda historia.

Conocedor yo del “respeto” que ella sentía  por lentes y micrófonos, incluyendo, supongo, hasta la pequeña agenda de apuntes que me acompañaba, esperé al final para robarle un par de minutos.

¡Claro que sí!, fue su instantánea respuesta. Era 14 de febrero del año 2006.

¡Qué día! ¡Pero también qué mujer! Ni una lágrima al sur de aquellos azules ojos por donde muy bien pudieron fluir discretas o en torrente. Tal vez hasta lo hubiera necesitado, pero no era de ese tipo de humedad el regalo que más ansiaba darle a su Fernando un día como así, preñado de tanto amor.

Gerardo Hernández, uno de los Cinco, la ha definido, genialmente, como Guerrera. Él sabe muy bien por qué.

 

Búsquenme el día en que ella no compartió espacio en el centro de aquel combate, escalando podios, foros, encuentros, diálogos, cartas, visitas, recorridos, mensajes…  dentro de Cuba, en el exterior y sobre todo en lo más interno de su pecho, a toda hora.

Y Guerrera siguió siendo, después, frente a esas otras emboscadas que a veces tiende la vida contra su propia salud y existencia. Te arrodillas o andas. ¡Lo segundo; siempre lo segundo: andar! 


Hay tanto camino, tanto cielo azul como tus ojos por delante, hermana, que ni aun sabiendo cierta tu partida hacia eso que llaman sueño eterno dejo de imaginarte Aurora de cada día, Rosa abriendo pétalos, Amada aquí en la cima y allá trepando el dulce abismo, como dijo en acordes el poeta, de donde regresarás despierta, con un lucero nuevo.


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