viernes, noviembre 20, 2020

 

CONVENCIÓN DE SONRISAS EN MI CUBA

 

 


Está cerrando sus párpados este viernes 20 de noviembre y la rutina normalmente cotidiana del día me sigue confirmando cuan privilegiados somos los cubanos.

Aunque el llanto puede ser lo más normal del universo, hoy no he visto lágrimas en un solo niño o niña, ni siquiera para que papá, mamá o abuelo complazcan su antojo de seguir patinando sobre el parque, viendo muñequitos en la computadora o comiendo de las confituras que anuncia un vendedor a vuelta de esquina.

Sonrisas infantiles sí. De esas he visto muchísimas, como siempre, a rienda suelta unas, otras al sur de un nasobuco, pero delatadas por un par de ojillos que se achican pícaramente.

¿Qué mejor imagen para un día como este, en que el mundo celebra aniversario de una Convención que desde 1989 pretende proteger y hace cumplir los derechos de todos los niños del mundo, sin distinción de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones, procedencia, posición económica, creencias, impedimentos, o cualquier otra condición.

 

 

En 54 artículos, ese Tratado –el más ampliamente ratificado a escala global- respalda el derecho incuestionable a nacer, llevar un nombre o identidad, desarrollarse plenamente, con acceso a la salud, educación, esparcimiento, actividades deportivas o culturales; a la libertad de pensamiento y de expresión, a la protección y asistencia del Estado…

Es obvio, entonces, que el documento se oponga a toda forma de explotación y de abuso sexual, discriminación u otras manifestaciones de maltrato, además de la inserción de niños y adolescentes en conflictos armados. 

Para la familia cubana nada de ello es nuevo o anhelo para mañana, en un contexto donde, tal y como han ponderado organismos internacionales, desde que una mujer queda embarazada se le realizan de forma progresiva alrededor de diez controles prenatales, en medio de rigurosa e integral vigilancia, para asegurar la vida y la salud el futuro bebé. 

Quizás muchos no sepamos que, con razón, Cuba fue el primer país certificado en el mundo como Libre de la transmisión materno infantil del VIH y de la sífilis congénita.

Menciono ese, por apenas citar uno entre múltiples ejemplos en torno a la obra cubana frente a flagelos que azotan sin clemencia a numerosas naciones, sobre todo las más pobres. 

 


Hablar, en fin, de realidades así, o de cómo todos los nacimientos son registrados y el 99,9 por ciento de ellos ocurren en instituciones de salud, asistidos por especialistas, es cosa tan normal para cualquier cubano como la prioridad que el Estado le concede al desarrollo integral desde la primera infancia, mediante programas como el materno infantil, el denominado Educa a tu hijo y la atención en los círculos infantiles, preámbulo de la inserción gratuita y obligatoria en la ascendente cuesta de la educación, por sus distintos niveles y tipos de enseñanza, incluida la especial, con alternativas de igualdad de derecho para quienes vienen a la vida con alguna discapacidad. 

De manera que nadie tiene que acudir a un ejercicio imaginario de abstracción o salir a buscar fuera ejemplos que laten bajo su propio techo, en la vivienda contigua y en el barrio donde cada día los niños juegan pelota o a las adivinanzas, empinan un papalote, van y retornan de la escuela o asisten a un acto público.

Infeliz el padre, familiar, vecino, maestro, médico, trabajador social… que no haya aprovechado las posibilidades que desde hace más de 60 años pululan desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio (sin excluir a la Isla de la Juventud) para concretar en cada niño y niña derechos por los que lamentablemente luchan a brazo partido, o aguardan, millones de adultos en otras latitudes.

 


 

 

 

      

 


Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?