lunes, octubre 19, 2020

 

TRUMP NO QUIERE SER REELECTO

 


   Si no fuese por lo avaricioso y engreído que es, yo diría que, consciente de lo que le puede aguardar, según tendencias y encuestas, Donald Trump obra  y abre (la boca) con la contraproducente intención de no ser reelecto.

   Puede parecer un chiste, una conjetura muy poco probable y hasta un dislate predictivo, pero conchoooo…  lo que ese hombre dice y hace es como para que ni su propio perro, ni la siempre fiel Ivanka voten por él.

   “La última de los muñequitos” (como solíamos decir años atrás los menos jóvenes) es el desdén con que este lunes se refirió al experto Anthony Fauci, Director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos y una de esas personalidades ante quienes, en verdad, él debiera inclinarse respetuosamente.

   Ebrio de arrogancia y de poder,  sin embargo, el dueño de la Casa Blanca no solo afirmó que “la gente está cansada de escuchar a Fauci y a todos estos idiotas” (en torno a la Covid-19) sino que, además, calificó a Anthony, de 79 años, como “un desastre”.

   Apenas una semana antes, el “recio estadista” maquinaba ideas de maniobra para imputarles cargos criminales al ex presidente Barack Obama, al ex vicepresidente Joe Biden, a la ex secretaria de Estado Hillary Clinton y a otros altos funcionarios de esa administración.

   Específicamente a Biden, su rival demócrata, llegó a calificarlo como un “criminal, al que no se debe permitir contender para primer mandatario”.

  La capacidad  de Donald –o tal vez más bien su incapacidad- para “rajar” de forma cruda y sin el menor escrúpulo de cualquiera que lo contradiga, discrepe, se le oponga o no se le arrodille, sigue aportándole antipatía entre norteamericanos con dos dedos de frente, ojos para ver y cerebro para pensar por sí mismos… incluso con inclinación  republicana.

   Ese “detalle”, en cambio, no parece preocuparle o lo disimula bastante bien, de lo contrario se aguantaría un poco la misma lengua con que, en igual tono, blasfema de China, Rusia, Cuba o Venezuela, promete retirar antes de diciembre todas las tropas norteamericanas en Afganistán, presiona a los laboratorios para que el imperio acabe de presentar una vacuna contra el SARS-CoV-2, que él se acreditaría como logro personal, desde luego…

   Mirando el descompuesto modo en que actúa, no puedo evitar la imagen cinematográfica del tipo que, demente o desesperado, dispara ráfagas con su fusil en todas direcciones, para salvar el pellejo, cumplir cómo sea sus planes  o acabar con un enemigo acaso más imaginario o prefabricado que real.

   Por eso lo primero que se le ocurrió durante las protestas populares pacíficas de junio, tras el asesinato del afroestadounidense George Floyd, fue apelar al despliegue masivo de militares (ejército), policías y utilizar la violencia, algo que tal vez no habrían concebido tan livianamente otros mandatarios en circunstancias similares.

   Quienes acostumbran a atar cabos, bien pueden añadir otro “nudito” en torno a las casi  225 000 personas que han muerto en Estados Unidos como consecuencia de una pandemia que Trump subestima en el orden personal, en el plano electorero y a la cual únicamente le ha dispensado la más absoluta indiferencia aun cuando inscribe más de 8,3 millones de infectados en todo el país.

  

Tan así es que, como todo el mundo recordará y no pocas familias sufrirán mientras haya descendientes, el hombre tuvo hasta la desfachatez de sugerir que los norteamericanos contagiados se inyectasen lejía o desinfectantes, para acabar “en un minuto” con el virus. Y a pesar del inaudito disparate hubo quienes se apresuraron a hacerlo… sin que pudieran luego contarlo.

   En fin, a ritmo de barbaridades, jactancia, ofensas e irrespetos, el  “autocreído amo del mundo” sigue ofreciendo la oportunidad de que la gente le saque el pie como candidato o lo enrumben hacia la urna, el 3 de noviembre, no precisamente con el propósito de ratificarlo a él como gobernante.

   Pensar en eso podría no ser de agrado para él, excepto que, como hemos dicho otras veces, acuda a su ilusionismo, meta la mano en la manga opuesta, haga creer que sacará una paloma y en disertación de negra magia aparezca con una Colt-38 o con un fajo de billetes, capaces de comprar “persuasivamente, en cualquier caso, hasta las mesas electorales, actas y cómputos de Mazzantini el torero.

    Todo puede ocurrir. Oh democracia. Ojo demócratas.

 

 

 

 

 


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