sábado, agosto 08, 2020

 

Para Leonardo Mastrapa NADA DE PARTIDA ETERNA

 

No recuerdo la última vez que recibí una llamada telefónica en plena madrugada. Solo sé que nunca olvidaré la de este viernes 7 de agosto. Era mi Reina esposa. Su voz, grave. Mucho más grave aun el motivo: mi hermano de armas y de almas Juan Morales Agüero había timbrado desde Las Tunas pensando que yo estaba en Ciego de Ávila. En verdad yo me encontraba en La Habana. Él, aguantando como pudo el sollozo que luego dejaría escapar, solo quería comunicarme la triste noticia: Leonardo Mastrapa Androín, colega del periódico 26, acababa de morir.

 

Quedé fulminado, perplejo, convertido en roca con forma de ser humano. Imposible. Aunque llevo más de un lustro fuera de Las Tunas, no tenía la más leve referencia de que “el Mastra” tuviera problemas de salud o de que padeciera alguna enfermedad.


Bueno, creo que en verdad sí padecía una: la de trabajar, la de entregarse por completo a sus funciones en el órgano. Pero esa no podía haber sido causa de muerte.

 

Horas después, el mismo milagro de la telefonía me puso delante de Adalys Ray Haines, la presidenta del gremio periodístico tunero. Estaba sencillamente desconsolada. Por ella supe, entonces, que Mastrapa no había fallecido en Las Tunas, como yo suponía, sino en La Habana y que su cadáver aguardaba por la llegada del carro fúnebre, en Calzada y K, para emprender los casi 700 kilómetros que el día antes (jueves 6) había recorrido nuestro hermano, en infernal viaje, a lo largo del cual vomitó once veces y no sé cuántas le habrá pedido a lo divino y a lo terrenal llegar, por fin, a la capital y entregar, confiado, su cuerpo y alma a la medicina cubana. 

 

No se perdió tiempo. Cuentan que minutos después del arribo del taxi ya Mastrapa estaba ingresado en el Hospital Ameijeiras. Desde Moscú, Milenys Torres, amor de su vida, madre de Denes: el hijo que ambos tuvieron, había movido cielo y tierra en torno al ingreso, atención, servicio, vida… Acá, las agujas del reloj marcaban poco más de las tres de la tarde. Pasada la media noche, nada había que hacer. 

 

Un agresivo linfoma de hodgkin (cáncer) se había ensañado contra el bazo de nuestro hermano. 

 

¡Rápido Ortelio, rápido hacia Calzada y K; Mastrapa no puede irse sin darnos el último abrazo!

 

Parece dormir. Temo despertarlo. Aferrada a mí, la mamá de Milenys llora. Yo tiemblo, tiemblo hasta sentir que los ojos se me ahogan por completo.  No me importa que Ricardo Ronquillo, nuestro presidente nacional de la Upec, el colega Enrique Milanés y otras personas me vean gemir como un niño frente a ese “niño grande” a quien siempre quise como a un hijo. 

 

En el San Manuel de Puerto Padre una madre quiere dejar de respirar para emprender vuelo junto al hijo amado. En el periódico 26 y sus ramificaciones hogareñas hay llanto. El dolor de la ciudad se irá incrementando a medida que trascienda el suceso. No habrá condolencia ni llanto formales… 

 

Sin proponérselo, sin saberlo, Mastrapa se dio a querer dentro y fuera del ámbito periodístico. Perdería inútilmente mi tiempo tratando de recordarlo, una sola vez, de mal humor, maltratando u ofendiendo a alguien. Del mismo modo que lo perdería intentando encontrarle a un enemigo.

 

Tranquilo hermano. Date apenas una vueltecita por donde el inquieto Gordo Alexis, el noble camarógrafo Güides, el apacible Gabriel, el sagaz Varela Rojas, el siempre alegre Ubiquel y otros tantos… pero no te quedes. Nada de partida eterna. Retorna. Aquí te seguiremos necesitando aunque no escribas una línea más para tu Tinta fresca. Acá tienes, pesonal e intransferible, tu infinito espacio.

 

 

   

 


Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?