miércoles, julio 01, 2020

 

PALABRA QUE SÍ

   
           ... AYER, HOY Y SIEMPRE

Si no lo hacía con total claridad él mismo: Fidel, seguramente lo harían con su acostumbrada turbiedad, de forma solapada, los partidarios de la desunión, los que en verdad no parecen haber nacido para las verdades…

Así, en medio de un clima que personalidades como Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Alfredo Guevara, Miguel Barnet y otros muchos recordarían para la posteridad como de total transparencia, tuvo lugar aquel intercambio del Líder de la Revolución con los intelectuales cubanos, los días 16, 23 y 30 de junio de 1961.

Bien sabía Fidel la preocupación fundamental que anidaba en una parte de la intelectualidad: el asunto de la libertad para la creación artística.

Evidentemente, dentro y fuera del auditorio había quienes temían o imaginaban que la Revolución pudiera ahogar esa libertad, sofocar el espíritu creador de los escritores y de los artistas, en particular la libertad de contenido en la expresión artística, como cuestión de fondo.

No sé si a esa altura, algunos todavía no tendrían idea exacta de la visión del Comandante en Jefe. Solo sé que, tras calificar la discusión como instructiva, amena y más apta para aprender que para enseñar, fue cristalino al expresar:

“Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades…”

Por ello, seguidamente consideró innecesaria y sin razón de ser la preocupación que alguno pudiera tener allí acerca de que el proceso revolucionario fuese a asfixiar al espíritu creador.

Y entonces , con su magistral forma de comunicar enfatizó una gran realidad: “…el campo de la duda no queda ya para los escritores y artistas verdaderamente revolucionarios; el campo de la duda queda para los escritores y artistas que sin ser contrarrevolucionarios no se sientan tampoco revolucionarios.

“La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura, cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo”.

A 59 años de aquel momento, puedo imaginar el silencio en la sala de la Biblioteca Nacional, plumas y bolígrafos tratando de tomar apresuradas notas, cabezas asintiendo sin notarse a sí mismas en ese comprensivo movimiento…

Fidel sumaba, poco a poco, solo con la verdad, solo con la palabra, solo con los argumentos, hasta a quienes quizás habían llegado allí más mordidos por la tendencia a restar o a dividir que a multiplicar.

Su discurso, recogido para la historia como Palabras a los intelectuales, fue, de hecho, un estacazo contra el desaliento, contra la duda, contra el pesimismo.

“Creo que sin ser optimista no se puede ser revolucionario, reiteró, porque las dificultades que una Revolución tiene que vencer son muy serias.  ¡Y hay que ser optimistas!  Un pesimista nunca podría ser revolucionario”.

De igual modo, y sin un ápice de condena, lamentó la oportunidad perdida por quienes, pudiendo ser protagonistas de los cambios revolucionarios dentro del país, preferían “sumergirse en las entrañas del monstruo imperialista”, convirtiéndose, de hecho, en “prófugos y desertores de su patria”.

En cambio ustedes, subrayó, tienen la posibilidad de ser más que espectadores: de ser actores de esa revolución, de escribir sobre ella, de expresarse sobre ella”.

Maestro de la oratoria y virtuoso de la demostración, Fidel no perdió la ocasión de usar hasta ese humor tan consuetudinario en las venas de la población cubana y, por supuesto, de su intelectualidad. ¿Si no, por qué los apuntes a ras de agenda cesan para dar paso a la risa cuando, a modo de jocoso, pero nada baldío resumen, dice:

Y que ha habido querellas, ¿quién lo duda?  (RISAS.) Y que ha habido guerras y guerritas aquí en el seno de los escritores y artistas, ¿quién lo duda?  (RISAS.) Y que ha habido críticas y supercríticas ¿quién lo duda?  y que algunos compañeros han ensayado sus armas y han probado sus armas a costa de otros compañeros, ¿quién lo duda?

Aquí han hablado los "heridos" y han expresado su queja sentida contra lo que han estimado ataques injustos.  Afortunadamente no han pasado los cadáveres, sino los heridos (RISAS)”.

En 2021 la intelectualidad cubana conmemorará con orgullo las seis décadas transcurridas desde aquel diálogo en el que, como también observó Fidel, todos los presentes tuvieron espacio para expresarse y defender sus puntos de vista con entera libertad.

Es un hecho que a lo largo de todo esto tiempo, de generación en generación ha quedado, a modo de zumo, una frase: Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada.

Tampoco fue tan sintética. Si acudimos al discurso pronunciado aquel 30 de junio veremos que el Comandante en Jefe fue explícito al aclarar:

“Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir.  Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie     —por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella.  Creo que esto es bien claro”.

Por ello, mirando de frente al auditorio, hablando como se le habla al hijo amado, dejó, transparente, visionaria, la siguiente recomendación:

“…a lo que hay que temerle no es a ese supuesto juez autoritario, verdugo de la cultura, imaginario, que hemos elaborado aquí.  Teman a otros jueces mucho más temibles: ¡Teman a los jueces de la posteridad, teman a las generaciones futuras que serán, al fin y al cabo, las encargadas de decir la última palabra! (OVACION.)


Junio de 2020. ¿Quién dice que Fidel ya no está?

Creadores, artistas, periodistas, otros intelectuales llevamos, sin hacernos un inventario interno cada día, la esencia de aquellas palabras.

Que ha habido y habrá desertores, ¿quién lo duda?  Que ha habido y habrá guerritas con reclutados que cambian dignidad por billetes, ¿quién lo duda? Que han emergido verdaderas y verdaderos maestros en el arte de escribir con tan anfibológica y “modernista” técnica que su giro podría ser lo mismo para la izquierda que para la derecha: nadie lo dude.

Pero son los menos y no componen verano. No es ese ni el periodismo, ni la literatura, ni el arte ni la cultura que nos sustenta como nación. Aun así, mucho olfato, tímpano, tacto y visión. Aunque pasen los años, las décadas, los siglos, aquella gran verdad dicha por el Che (al enemigo ni un tantito así) es gemela expresión de lo que desde la Biblioteca Nacional nos dijo, también a todos, Fidel… por ese primer, simple y extraordinario, derecho de la Revolución a existir.




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