viernes, julio 17, 2020

 

EL MAGO QUE NECESITA TRUMP




Con su habitual arrogancia (en vena y lengua por medio del poder que lo corrompe) Donald Trump, el terrícola que se cree dueño del planeta y del universo, acaba de sustituir o de “bajar” a Brad Parscale, quien hasta ahora dirigía su campaña electoral con el fin de mantener la silla presidencial del imperio.

Analistas consideran que tal decisión responde a las malas perspectivas de dicho proceso, a menos de cuatro meses de las elecciones. Algunos también aluden a la pálida asistencia que distinguió al mitin del mandatario estadounidense el día 20 de junio en Oklahoma.

Lo cierto es que, sin perder tiempo, el inquilino de la Casa Blanca se apresuró a nombrar a Bill Stepien para esa función. Como se sabe, Bill fue quien articuló la campaña del Donald en 2016.

Meditando acerca del asunto, no sé si lo que necesite el actual presidente norteamericano, en verdad, sea un mago.

Sin ser experta, cualquier persona puede darse cuenta de que la manga de la ilustre chaqueta de Trump está irremediablemente en llamas y que no ha de resultar fácil halar milagros debajo de ella… al menos por las buenas.

Su principal contrincante en este momento no se si será el candidato demócrata Joe Biden.

A Biden, si patina, Bill Stepien puede sacarle mañana mismo un gato del fondo de la urna, nublarle la pupila, hacerle creer que se trata de una liebre y dejarlo tendido en el campo. El problema está en enfrentar y confundir a los millones de ciudadanos que forman y conforman opinión pública… aunque de torcerla y retorcerla han dado amplia capacidad manipuladora la propaganda, los medios y el arsenal tecnológico comunicativo.

Del mismo modo que no hay dedo que pueda tapar la luz del sol, tampoco debe haber mano que oculte las tenebrosas sombras de un gobierno que demuestra, día tras día, su desprecio por la vida humana y su invalidez para concretar una estrategia que, como mínimo, detenga la desastrosa tendencia delineada por la Covid-19 allí, con más de 3 millones 615 mil casos confirmados y más de 140 mil fallecidos… al menos en registros.

Quiéralo o no el “César” norteamericano, mucha de “su gente” empieza a preguntarse cómo el país más rico del mundo, la superpotencia del planeta, no puede controlar la pandemia, teniendo un poderío económico sin par, enormes recursos de todo tipo dentro de su territorio y la “virtud” de apropiarse en ultramar todo cuanto su consumista modelo necesita o se le antoja.

Otro tumor, maligno para las viscerales intenciones del señor Trump, se enrojece en torno al caso George Floyd. Si toda la comunidad negra estadounidense hubiese estallado en huelga tras ese vil asesinato bajo la rodilla de un sicario uniformado, el asunto sería, en sí mismo, bastante complicado. Imagine usted, entonces, el grado de tumoración, cuando el clamor de condena, a favor de un cambio de raíz, suma notable presencia de piel blanca, cabellos rubios, ojos asiáticamente rasgados, ascendencias y descendencias con riquísima diversidad de orígenes…

Habría que ver cuántos de esos manifestantes —y no son un puñado— le concederían su voto al actual mandatario. Más allá del grado de desinformación en que pueda vivir el grueso de la población allí, siempre hay un segmento que no acaba de entender por qué tanto, tan prolongado e ineficaz odio (bloqueo) contra un país pequeño como Cuba, por qué tantas presiones y sanciones contra quienes comercien, traten y en cualquier momento hasta hablen con los cubanos.

Tampoco creo que le haga mucho bien a Trump tanta saña personal (e inducida por la jeringuilla del extremismo derechista anticubano) contra los médicos que Cuba envía a salvar vidas donde quiera que el mundo lo requiere, mientras la prestigiosa medicina del imperio no puede resolver ni siquiera el caos interno.

Los sondeos, por lo visto, han empezado a quitar el sueño. Por muy tipo duro que Trump quiera proyectarse, no creo le resulten gratos o indiferentes los nueve puntos con que su contrincante Joe Biden lo está aventajando, quien también lidera la intención de voto en todos los estados clave, de acuerdo con encuestas realizadas.

Pero volviendo al tema, como diría en los años ´70 el campesino Felipe (Ito) Sánchez, lo que Trump le ha puesto encima al recién nombrado director de su campaña electoral es una “cabeza de caballo”. Habrá que ver, entonces, si el astuto Bill logra convertirse en todo un búfalo o en el prestidigitador capaz de barajar elegantemente las cartas por medio de la manipulación ilusoria.

 Experiencia para ello debe tener. De lo contrario, Trump no le hubiera entregado “la bola”. Dios sabrá. También el diablo.




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