viernes, mayo 01, 2020

 

PRIMERO EN CADA FAMILIA





   Ciego de Ávila, en el centro de Cuba, no es exclusividad en esta mañana de 1ro de Mayo. El país en peso ha convertido en plaza cada hogar. 

   Difícilmente haya una vivienda ajena a un júbilo que no por circunscribirse a balcones, puertas, ventanas y fachadas es menos intenso que el desbordado durante todos estos años en interminables marchas de pueblo.

   Lentes, como el de mi pequeña cámara, son testigos de disciplina hogareña, alegría familiar, iniciativas comunitarias, nasobucos dejando que se filtren los Vivas: al Primero de Mayo, a Cuba, a Fidel y, de manera muy especial, a esos médicos que siguen salvando vidas, aquí y en numerosas partes del mundo, sin importarles que la suya corra peligro de contagio e incluso de muerte.

  Por eso junto a la imagen de una anciana con  una bandera tricolor en su mano derecha y el rostro de Fidel detrás, me estremece la cándida silueta de una niña metida en blanca bata, besando a su doctora madre, antes de situarse frente al balcón del edificio donde vive, decidida a agitar dos pequeñas banderas, dueña absoluta de esta mañana y de las miles que vendrán después, para ella… para todos.



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