jueves, mayo 21, 2020
¿HASTA CUÁNDO LA OBSCENIDAD?
... ES HORA YA DE AMARRAR LAS LENGUAS SUELTAS
Aunque buena, la idea de asomarme unos
minutos al balcón para respirar aire puro o al menos fresco, no terminó siendo
la más feliz.
Abajo, con voz de tenor, uno de esos “tipos”
que se cree dueño del mundo, o único en el mundo, soltó a todo pulmón
las dos palabras más groseras que, a mi modo de ver, recoge la lengua, para
bochorno del idioma.
Salirle al paso, como a todos nos
corresponde, pudo tener la efectividad de otras veces, aunque también pudo
conducir a la cada vez más usual pérdida de tiempo o incluso a la posibilidad
de una de esas discusiones donde toda forma verbal es desplazada por el reto de
los puños… o quién sabe.
Lo curioso del asunto es que si hiciéramos
una encuesta, el grueso de los consultados seguramente coincidirá en que es de
pésimo gusto decir malas palabras, la gran mayoría lo consideraría una grave
indisciplina social y supongo que muchos estarían de acuerdo en que se adopten
medidas con obscenos y obscenas… porque el fenómeno se ha tornado verbalmente
“unisex”.
Como mismo las autoridades del orden público
le aplican una multa de 1 500 pesos a quien ande sin nasobuco —me decía
recientemente Raúl, un octogenario vecino— así también debieran ponérsela a
quienes sueltan palabrotas por la calle, en parques, colas, cafeterías y otros
espacios públicos o desde su propia casa, con un volumen que termina agrediendo
y violando el espacio vital de vecinos y transeúntes.
Y no creo exagerado, ni mucho menos injusto,
tal punto de vista.
Hasta donde conozco, ningún código familiar
o norma jurídica recoge el derecho de las personas a que se le respete la
supuesta potestad de espetar groserías.
Por el contrario, desde la escuela, sobre la
base de principios pedagógicos afines a la sociedad en que vivimos, se nos
enseña a ser educados, correctos, respetuosos.
Si la multa está resolviendo lo que no pudo
la persuasión en torno a lo razonable e imprescindible que resulta ponerse el
nasobuco, muy bien le vendría al país meditar la conveniencia de extender algún
día ese legal procedimiento para quienes tienen obstrucción en el oído interno
y demasiada suciedad en la lengua externa.
Hágase la
prueba. Habrá quienes discrepen de la corrección, no lo dudo, pero algo me dice
que a escala de sociedad todavía somos
más los partidarios de que el bolsillo de algunos responda, justamente, por lo
que es incapaz de regularles la vergüenza.