lunes, noviembre 25, 2019
EL FIDEL DE TODOS
... VISTO DESDE LA GENIAL MIRADA DE GARCÍA MÁRQUEZ
Tres años hace hoy, 25 de noviembre, que lo perdimos físicamente.
Todavía al grueso de los cubanos, y a buena parte del mundo digno, nos parece incierto.
Fidel está tan vivo y presente como ayer, como mañana.
Y cómo le sigue jodiendo esa gran verdad a quienes intentaron eliminarlo en más de 600 ocasiones.
Pero Fidel es mucho Fidel.
Hombres como García Márquez tuvieron el privilegio de constatar y dejar para la posteridad evidencia escrita de tal grandeza. Por eso aquí les dejo ese también inmortal trabajo de El Gabo, acompañado de imágenes tomadas por mi lente durante el paso de la caravana que trasladó sus cenizas hacia el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.
Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas... pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz. Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una rapidez increíble.
Tres años hace hoy, 25 de noviembre, que lo perdimos físicamente.
Todavía al grueso de los cubanos, y a buena parte del mundo digno, nos parece incierto.
Fidel está tan vivo y presente como ayer, como mañana.
Y cómo le sigue jodiendo esa gran verdad a quienes intentaron eliminarlo en más de 600 ocasiones.
Pero Fidel es mucho Fidel.
Hombres como García Márquez tuvieron el privilegio de constatar y dejar para la posteridad evidencia escrita de tal grandeza. Por eso aquí les dejo ese también inmortal trabajo de El Gabo, acompañado de imágenes tomadas por mi lente durante el paso de la caravana que trasladó sus cenizas hacia el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.
EL FIDEL CASTRO QUE YO CONOZCO
Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté y
con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar
Por Gabriel García Márquez.
Su devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a
buscar los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de
su estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de
fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le gusta
preparar las recetas de cocina con una especie de fervor científico. Se
mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria
y de natación frecuente. Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de
la imaginación lo arrastra a los imprevistos. Tan importante como aprender a
trabajar es aprender a descansar.
Fatigado de conversar, descansa conversando. Escribe bien y
le gusta hacerlo. El mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo. La
tribuna de improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre
con voz casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier
destello para ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una especie de
gran zarpazo y se apodera de la audiencia. Es la inspiración: el estado de
gracia irresistible y deslumbrante, que solo niegan quienes no han tenido la
gloria de vivirlo. Es el antidogmático por excelencia.
José Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de
incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista. La
esencia de su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer
trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos.
Esto podría explicar su confianza absoluta en el contacto
directo. Tiene un idioma para cada ocasión y un modo distinto de persuasión
según los distintos interlocutores. Sabe situarse en el nivel de cada uno y
dispone de una información vasta y variada que le permite moverse con facilidad
en cualquier medio. Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté
y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. Su actitud ante la
derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una
lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras
no logra invertir los términos y convertirla en victoria. Nadie puede ser más
obsesivo que él cuando se ha propuesto llegar a fondo a cualquier cosa. No hay
un proyecto colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada.
Y en especial si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como entonces
parece de mejor talante, de mejor humor. Alguien que cree conocerlo bien le
dijo: Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante.
Las reiteraciones son uno de sus modos de trabajar. Ej.: El
tema de la deuda externa de América Latina, había aparecido por primera vez en
sus conversaciones desde hacía unos dos años, y había ido evolucionando,
ramificándose, profundizándose. Lo primero que dijo, como una simple conclusión
aritmética, era que la deuda era impagable. Después aparecieron los hallazgos
escalonados: Las repercusiones de la deuda en la economía de los países, su
impacto político y social, su influencia decisiva en las relaciones
internacionales, su importancia providencial para una política unitaria de
América Latina... hasta lograr una visión totalizadora, la que expuso en una
reunión internacional convocada al efecto y que el tiempo se ha encargado de
demostrar.
Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas... pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz. Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una rapidez increíble.
Requiere el auxilio de una información incesante, bien
masticada y digerida. Su tarea de acumulación informativa principia desde que
despierta. Desayuna con no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero.
Durante el día le hacen llegar informaciones urgentes donde esté, calcula que
cada día tiene que leer unos 50 documentos, a eso hay que agregar los informes
de los servicios oficiales y de sus visitantes y todo cuanto pueda interesar a
su curiosidad infinita.
Las respuestas tienen que ser exactas, pues es capaz de
descubrir la mínima contradicción de una frase casual. Otra fuente de vital
información son los libros. Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le
alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta
rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se
ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta. Lee el
inglés pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a cualquier hora está
dispuesto a leer un papel con letra que le caiga en las manos. Es lector
habitual de temas económicos e históricos. Es un buen lector de literatura y la
sigue con atención.
Tiene la costumbre de los interrogatorios rápidos. Preguntas
sucesivas que él hace en ráfagas instantáneas hasta descubrir el por qué del
por qué del por qué final. Cuando un visitante de América Latina le dio un dato
apresurado sobre el consumo de arroz de sus compatriotas, él hizo sus cálculos
mentales y dijo: Qué raro, que cada uno se come cuatro libras de arroz al día.
Su táctica maestra es preguntar sobre cosas que sabe, para confirmar sus datos.
Y en algunos casos para medir el calibre de su interlocutor, y tratarlo en
consecuencia.
No pierde ocasión de informarse. Durante la guerra de Angola
describió una batalla con tal minuciosidad en una recepción oficial, que costó
trabajo convencer a un diplomático europeo de que Fidel Castro no había
participado en ella. El relato que hizo de la captura y asesinato del Che, el
que hizo del asalto de la Moneda y de la muerte de Salvador Allende o el que
hizo de los estragos del ciclón Flora, eran grandes reportajes hablados.
Su visión de América Latina en el porvenir, es la misma de
Bolívar y Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino
del mundo. El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce
a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas
intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta
incesante del bloqueo.
En una entrevista de varias horas, se detiene en cada tema,
se aventura por sus vericuetos menos pensados sin descuidar jamás la precisión,
consciente de que una sola palabra mal usada, puede causar estragos
irreparables. Jamás ha rehusado contestar ninguna pregunta, por provocadora que
sea, ni ha perdido nunca la paciencia. Sobre los que le escamotean la verdad
por no causarle más preocupaciones de las que tiene: Él lo sabe. A un funcionario
que lo hizo le dijo: Me ocultan verdades por no inquietarme, pero cuando por
fin las descubra me moriré por la impresión de enfrentarme a tantas verdades
que han dejado de decirme. Las más graves, sin embargo, son las verdades que se
le ocultan para encubrir deficiencias, pues al lado de los enormes logros que
sustentan la Revolución los logros políticos, científicos, deportivos,
culturales, hay una incompetencia burocrática colosal que afecta a casi todos
los órdenes de la vida diaria, y en especial a la felicidad doméstica.
Cuando habla con la gente de la calle, la conversación
recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman:
Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le
reclaman, con un canal de trasmisión inmediata por donde circula la verdad a
borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el
resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo
conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciable, con una
educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e
incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.
Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final
contra el cáncer y ha creado una política exterior de potencia mundial, en una
isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal. Tiene la convicción de que
el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y que los
estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar el mundo y
empujar la historia.
Lo he oído en sus escasas horas de añoranza a la vida,
evocar las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo
a la vida. Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le
pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de
inmediato: pararme en una esquina.