sábado, octubre 05, 2019
CON TUS OJOS NUESTROS
Tus ojos, mucho más abiertos que los agujeros de bala
por donde se empeña en penetrar vida para bochorno de la supuesta muerte; tus
labios entreabiertos, acaso obsequiando una sonrisa a prueba de tiempo y de
sicarios in situ, así como la más absoluta expresión de sosiego y de meditación
en tu rostro, lo dicen todo, Che, sobre la camilla donde han situado tu cuerpo,
encima de un fregadero.
Tal vez no es lo que piensan hallar lentes como el de Marc Hutten, testigos gráficos de lo que horas antes devino frío asesinato. Pero así
tienen que captarte, por la sencilla y trascendente razón de lo que le
confesará, años después, uno de tus hombres: el General Harry Villegas (Pombo),
al periodista Luis Báez: “… hablar de la muerte como tal, jamás la mencionó. El Che murió como vivió: lleno de optimismo”.
Por eso me niego a decir “qué falta nos haces, Che”,
sobre todo en instantes de fatigosa marcha, porque sería como aceptar la ausencia,
la muerte en vida. Y no. De verdad que no.
Quizás el asunto va mucho más allá de aquel “seremos como tú”, aprendido desde la
infancia, pero no siempre encarnado en la cotidiana adultez.
Si, como publica Cubadebate, todo el que tiene una responsabilidad actuara conforme a la esencia
guevariana de lo postulado en el Código de Ética firmado por cuadros de toda
Cuba, los procesos productivos, económicos, de servicios, sociales y hasta
familiares fluyeran mucho mejor, incluso en situaciones como la que hoy
enfrenta el país.
No. El Che nunca cerró los ojos. Creo que ni dormido.
Eso le permitió atisbar tan temprano algo que compartió con la pupila de Fidel:
la tendencia de la antigua URSS y del campo socialista hacia el capitalismo y
la necesidad de no repetir aquí recetas de aquel modelo, para evitar errores.
¡Vaya “herejía” para su tiempo!
Por ello, como demuestra el Doctor en Ciencias
Económicas Carlos Tablada Pérez en sus estudios sobre pensamientoeconómico del Guerrillero Heroico, el Che no se inclinó por el sistema de cálculo económico aplicado en la
URSS y defendió a capa y centavo el sistema presupuestario de financiamiento, la
planificación centralizada, a lo cubano, el control estricto, el rol de la computación, el uso del
presupuesto como instrumento de una planificación más democrática, con
participación popular sin tecnócratas ni burocracia.
Su “al pan pan y al vino vino” no solo llenó de
verdades los tímpanos mundiales de la ONU y de cuanto podio permitiera no
cederle al enemigo “ni un tantito así”. También nos llama al enjuiciamiento de la realidad interna y al ejercicio
de la misma crítica que hoy debemos practicar más, de arriba abajo.
Paradigma de ejemplo enteramente personal por delante,
se me antoja por estos días insistiendo en la formación de un hombre nuevo vital para que haya comunismo, y organizando
trabajo voluntario (contra el Aedes, a favor de la siembra de caña, de cultivos
varios, por la recuperación de materias primas…) más como fenómeno generador de
conciencia que por su saldo propiamente económico.
Nada busquen los dirigentes y administradores lejos de
lo medular para él: costos de producción, productividad del trabajo, ni en el
entorno de pérdidas que hoy hasta se planifican, aún pudiendo ser abono para el robo y la corrupción, al igual que los
faltantes.
Imposible no suponerlo, ahora, puliendo variantes como
el trabajo por cuenta propia, con el mismo respeto que le dispensó, en concepto
y suministros, a la pequeña y mediana industria, a pesar de la "fobia” que
le tenía a las relaciones monetario mercantiles y a la llamada ley del valor, en
particular cuando no se le encincha entre corchetes de planificación y anda a
libre albedrío.
Por razones así, Fidel nunca dudó de que “… si
conociéramos el pensamiento económico del Che, estaríamos cien veces más
alertas… y si se ignora, difícilmente se pueda llegar muy lejos, difícilmente
se pueda llegar al socialismo verdadero”.