jueves, septiembre 12, 2019
NO CRUZAR BRAZOS NI ARADOS
La gradual
complicación del asunto energético, básicamente en torno a las
disponibilidades de diesel, podría incrementar la repercusión directa que ya
tiene sobre la siembra de cultivos, en el contexto de un plan, cuyo acumulado,
hasta hace apenas unos días, no solo inscribía acumulados globales superiores
al 100 por ciento, sino que apuntaba a dejar abajo la superficie plantada en
años anteriores, con unas 24 000 hectáreas, de forma general.
Aunque pudiera devenir
el clásico “cubo de agua helada”, tal imprevisto no congela los ánimos de la
agricultura en Ciego de Ávila, cuyos directivos y productores tienen total
claridad de su compromiso, permanente, con la alimentación de quienes
habitan el territorio, con otras demandas de índole social y económica, así
como con necesidades que se ramifican por todo el Archipiélago.
Por ello, aunque se
vea afectado el escalonamiento que debe delinear ese proceso, bien articulado
desde la siembra, atenciones culturales, cosecha y distribución, la decisión es
no cruzar brazos en tranquila espera por la llegada de buques o de carros
cisternas cargados de petróleo, ni darle receso productivo al cerebro.
“Lo primero es tener
suficiente postura lista, y en eso no estamos mal, afirma Orlando Pérez
Pedreira, delegado de la Agricultura en la provincia, así como crear todas las
condiciones para preparar la tierra que debe ser sembrada. Eso, desde luego, requiere combustible, pero también se puede
avanzar con empleo de tracción animal, alternativa en la que Florencia tiene
experiencia y debemos llevar a otros municipios.”
El empeño no resulta
fácil en el contexto actual. Solo en septiembre debieran ser plantadas 3 621
hectáreas, cifra que, evidentemente, se verá afectada por el mencionado asunto
del diesel, aun cuando, según afirma Pérez Pedreira, está lista la maquinaria
que interviene en labores como las de preparación de tierra.
El “extra” que en
casos así suele pedírseles a hombres y equipos, podría reducir márgenes, en el
supuesto caso de que llegue a disponerse, luego, del combustible necesario,
pero todo el que dedica su vida al agro sabe que podrían sobrevenir, entonces,
picos de cosecha con altos volúmenes, a los cuales el territorio no siempre
puede darles eficiente respuesta sobre la base del transporte con que se cuenta
para el acopio de tales producciones.
Tal vez el ejemplo más
representativo del riesgo que se corre cuando no se garantiza una siembra escalonada,
esté en el cultivo de la papa, cuyas exigencias no se remiten solo a la calidad
que demandan su siembra y todos los cuidados subsiguientes, sino también a la
necesidad de una cosecha, acopio, distribución y conservación en tiempo.
Por cierto, a la par
de renglones emblemáticos como el plátano, sin olvidar que al avileño le gusta,
y necesita, ver boniato, calabaza, malanga, maíz, frutas y vegetales en los
anaqueles de placitas y mercados, la agricultura territorial no renuncia al
lugar que el plan de este año y de la campaña de frío, hasta febrero, le
conceden a otros renglones, como la propia papa, arroz, frijol y tomate, cuyas
primeras siembras ya ocupan espacio en terreno.
El asunto, en fin,
llevará mucho control sobre los recursos que se tengan a mano y no menos
capacidad de búsqueda para aplicar variantes y experiencias que conduzcan a
sacarle el mayor y mejor fruto posible a la tierra.
Eso les compete a
quienes conducen y concretan la actividad productiva desde la instancia de
provincia hasta el obrero o campesino vinculado directamente al surco.
Los demás, los que se
baten y debaten en otros frentes: la educación, la ciencia, la cultura, el
deporte, los servicios, la defensa, la asistencia social… tal vez no entiendan
mucho de esas interioridades. Pero sí están claros de algo: el ser humano
necesita alimentarse, al menos tres veces cada día, y, con independencia del
rol que tengan otros sectores, la agricultura no ha perdido su obligado
protagonismo, sobre todo a ras de mesa familiar.