jueves, junio 27, 2019

 

EL NINO SE VA PA´L "VERDE"





Aunque el rugido de la locomotora es el mismo de siempre, a madres y padres, concentrados en el andén del ferrocarril de Ciego de Ávila se les antoja distinto… pesadamente melancólico.

Para los muchachos, en el interior de coches que ya se mueven, quizás la sensación no sea igual, aun cuando saben que les esperan semanas duras, lejos de casa, fuera de la provincia, enfrentando los rigores de una preparación previa que abrirá paso a todo un año de servicio militar, para iniciar, después, los añorados estudios universitarios.

No sé si allá arriba, en los vagones, pero acá abajo brota alguna que otra lagrimita, como la que no puede contener una corpulenta mujer de oscura piel, mientras con la mano despide al mayor de sus retoños, quizás precoz horcón y sostén de la familia.

A ese, como a los demás, la vida militar lo fortalecerá todavía más, aunque, padres al fin, partidarios casi siempre de proteger y de evitarles momentos difíciles a nuestros hijos, no siempre alcancemos a ver esa realidad.
Porque lo cierto es que el servicio militar sí enseña, sí prepara, sí educa, y ayuda a que cada quien se conozca mejor, sepa sus posibilidades, capacidades y reservas.

Por eso, extrañando a chorro espiritual un montón de cosas materiales (la cocina hogareña, las curvas del colchoncito propio, el agua a punto de congelación, el partido de fútbol con los socios del barrio, la programación televisiva hasta altas horas de la noche, los dedos de Sariángela acariciándole la piel…) El Nino se apretó bien el cinto mientras estuvieron concentrados en Morón, antes de poner proa hacia Matanzas.

Y por culpa del apuro con que debes comer anduvo con el estómago medio trastornado y con una falta de apetito totalmente inusual en él. Y los pies se pusieron medio en guerra con ese par de botas rebeldes de verdad. Y todo el cuerpo en bronca con un calor que tiene como aliado incondicional a ese uniforme militar hecho para hombres de pelo en pecho, con unas mangas largas, como las que él nunca quiso usar…

Pero pa´atrás ni pa´coger impulso. Y si otros han pasado y han podido ¿por qué no voy a poder también yo, que soy cacique en El Jiquí, en la escuela y donde quiera que me planto? Mucho menos ahora, después que y Pupi y Cristian se me aparecieron en el andén, para darme ánimo, hacerme reír y que me fuera contento para “el verde”. Y como Ronny andaba por Morón y no podía venir, agarró un teléfono y sentí el abrazo que me daba de siempre.

Esos son los verdaderos amigos, los que están contigo en las buenas y en las malas, en las negras en las blancas y en las de verde olivo.

Y ya el tren dejó atrás las luces de la ciudad. Y por la ventanilla solo veo alguna que otra estrella, mientras la locomotora sigue rugiendo como un monstruo, perforando la noche. Y me parece estar viendo la cara que pusieron mi mamá y mi novia cuando les dije que después de la previa iba a pasar un curso de francotirador. Pero la verdadera carcajada la soltaron cuando, con tremenda seriedad, les conté que dos zurdos y dos miopes querían ser también francotiradores.

Si supieran que lo que voy a ser es conductor de equipos blindados. Yo no habré cogido nunca un fusil de mira telescópica en las manos, pero detrás del volante sí habrá que contar conmigo, porque ya tengo un pedazo adelantado.

¿Lo que me espera allá?: no lo sé, pero pa´lante; no hay miedo. Un año lo pasa un sapo debajo de una piedra. Qué venga entonces ese año. Yo no soy menos que los demás.




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