miércoles, noviembre 28, 2018
CRÓNICAS DE LA NIÑA POBRE...
... QUE UN DÍA FUE ZENAIDA
Eso a lo que algunos llaman destino y otros vida, obligó,
hace algún tiempo, a que la parte material de su cuerpo emigrara. Nada, ni
nadie, sin embargo, la forzó a volver, ahora, hasta Ciego de Ávila, su “patria
chica”, para, entre un selecto grupo de amigos, colegas de profesión, de
pasado, presente y futuro, presentar el libro de crónicas Después de la línea.
Con esa deferente sorpresa llegó hasta la Casa de la Prensa avileña Zenaida
Ferrer, la misma niña de aquel barrio pobre, muy pobre, que muchos años después
le arrancaría, a golpe de teclado, las crónicas más sensibles de su existencia.
¿Por qué? Por una sencilla razón: el tiempo le afianza cada
vez más la convicción de que “los pobres saben ser más solidarios, más
cariñosos, más dadivosos que los ricos”.
Tal vez lo leyó alguna vez a ras de un libro o lo escuchó
decir cientos de veces. Pero las más bellas evidencias se remontan a la pupila
de su infancia, cuando mamá pasaba el año buscando hoyitos de tiempo para hacer
muñecas de trapo y otros juguetes rústicos, convencida de que era el único modo
de que las niñas y niños pobres del vecindario, después de la línea, tuvieran
un modesto regalo el día de reyes.
No presentado anteriormente, en ningún lugar, Zenaida
reservó tal privilegio para su entrañable Ciego de Ávila, rodeada de un selecto
grupo de amigos, con José Aurelio Paz al frente, a quien no se cansará de
agradecer la magia del prólogo con que muchos escritores, poetas y periodistas
quisieran abrir su obra.
Después de la línea es el antes y el siempre hoy de esa
parte humilde de la ciudad, es aquella primera niña a quien, entre lágrimas,
otros pequeños del barrio vieron partir hacia el exterior, sin boleto de
retorno. Es el espacio a personas tan sencillas y naturales que pueden alcanzar
la merecidísima estatura de personajes a bordo de novelas como la que late y
sienta germen dentro del propio libro. Es la oportunidad de que todo el mundo
sepa que en Ciego de Ávila hay un hombre llamado Lito, que ya no habla, no
camina, pero que muchas veces se traza una Z en la pierna, para que alguien le
diga cómo está Zenaida.
¿Preguntas? Por supuesto que sí, muchas; tantas que Zena
interrumpe constantemente las dedicatorias a Cecilia Rodríguez, a Magaly
Zamora, a Enrique Nerey… porque si bien quiere desgarrarse en lo que apunta, no
tiene más remedio que vaciarse también frente a la provocación para que hable
de su inicio en la profesión, las lecciones de la Agencia de Información
Nacional, los días de Juventud Rebelde, los 13 años en la Unión de Periodistas de
Cuba, halando, como una locomotora sobre rieles a una pequeña delegación
integrada por 1 800 colegas: más de la mitad del gremio cubano…
Dichosos, privilegiados, quienes tuvimos la oportunidad de
esperarte al lado acá de las olas, después de tu línea, sentirte feliz y verte,
inconfundible, entre pelotas, cintas y aros de la gimnasia.
Pero privilegiados, sobre todo, de saber que, como bien
dices, este libro y su presentación, aquí, son “el homenaje de la niña que fui
para que nunca se avergüence de la mujer que soy”.