miércoles, junio 06, 2018
EN-CAUCEMOS EL ASUNTO
¿Por
qué si antes llovía mucho más no se inundaban tanto
los campos y, sobre todo, la ciudad?
No
sé cuántas veces he escuchado esa interrogante.
Con
el perdón de expertos y especialistas, trataré de exponer uno de esos puntos de
vista que no solemos halar de informes, textos o intervenciones asamblearias,
sino más bien, de la lógica y del sedimento que dejan calendarios de paciente
observación.
Es
obvio que décadas de sequía trajeron un efecto muy nocivo para los mismos
cauces por donde antaño fluía el agua sin dificultad.
No
hay que hacer un doctorado para saber, y ver, cómo en ríos, arroyos, canales,
vaguadas y otros afluentes, la yerba fue plantando irrespetuosa bandera, en
contubernio con otros exponentes de mayor porte en el reino vegetal, cuyas
raíces, troncos y hasta “extremidades”
creaban, cada vez más, una obstrucción nada favorable para las aguas…
cuando volviera a llover “como antes”.
Años
de también apretada sequía financiera —con un poco de desatención y falta de
luz larga— conllevaron a no asegurar oportuno mantenimiento, sobre todo en los
lugares más proclives a inundación, o al desbordamiento de las aguas.
Y
ella, el agua, no entiende mucho de orden cuando la naturaleza o el propio
hombre le desordenan su paso.
Lo
que bajó, a campo traviesa, para La Turbina, en la ciudad de Ciego de Ávila, y
lo que, insuficientemente, pudo liberar ese embalse, por el inoperativo estado
del drenaje urbano (el mismo que antes sí respondía, o respondía mejor) es uno
entre los muchísimos ejemplos que podríamos citar, sin tener que desbordar los
márgenes de la geografía avileña.
¿Cierto
o no, moronenses, chamberos, florencianos, majagüenses…?
Ello,
sin hablar de los millones de metros cúbicos del insustituible líquido que
escapan, sin remedio, hacia el mar, por no disponerse de embalses o de sistemas que, también es
verdad, nunca antes fueron, quizás, imprescindibles. Pero… cuidado. Los tiempos
y el clima siguen cambiando.
Pareciera
que durante años nos preparamos, o nos concentramos, en una sequía que prolongó
sed a su antojo, con marcado daño para la agricultura, el consumo humano,
industrial, animal… ¿pero previmos o nos preparamos, a la vez, para que las aguas
no se nos fueran de la mano en caso de lluvias intensas, o eso tuvo más de plan
que de real?
Las
recientes lluvias quedan como una especie de tarea pendiente, para reflexionar
y resolver “en casa”.
No
dejemos que sea respondida solo por quienes tuvieron que subir equipos
electrodomésticos y otras pertenencias de valor sobre la mesa, ante la
avalancha que elevó aguas más allá de las rodillas.
¿Responsabilidad?
De todos. De esas estructuras estatales a las cuales nos encanta achacarles
cuanto problema o insuficiencia hallamos, pero también a todos esos ciudadanos
que por indisciplina o descuido, falta de rigor institucional y de control,
construyeron sobre cauces, hicieron tranques para sembrar o los desviaron para
beneficio propio.
Y
usted puede jugar con un balón de futbol toda la vida, pero con la naturaleza
no se juega, ni se le desatiende y mucho menos se le desafía irreverente e
innecesariamente.