miércoles, mayo 23, 2018
POSADA LA MUERTE
De Martí y Fidel aprendimos a no odiar. Mucho menos a desear
o a celebrar la muerte, aunque ni con ella paguen su impagable deuda con la
humanidad quienes más han lastimado sus latidos.
El mundo acaba de despertar con la noticia del fallecimiento
del confeso y connotado terrorista Luis Clemente Posada Carriles: un ¿hombre?
que ¿vivió? obsesionado, todo el tiempo, con la idea de destruir a la Revolución cubana y de
asesinar al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, entre otras aspiraciones.
Para ello no escatimó tiempo él, ni capacitación, recursos y
luz verde el imperio. Baste recordar que, entrenado por el Ejército de los
Estados Unidos, en la Escuela
de las Américas (ubicada en Fort Benning, estado de Georgia), recibió
asesoramiento en explosivos, terrorismo y asesinato, en los años sesenta, con
el objetivo de realizar acciones militares contra la población civil cubana.
El más “siniestro” resultado de su trayectoria fue el sabotaje contra el vuelo aéreo 455 de Cubana de Aviación,
el 6 de octubre de 1976, en el que perecieron 73 seres humanos, al explotar la
aeronave en pleno vuelo y precipitarse al mar, cerca de las costas de Barbados.
No satisfecho aún, organizó, en 1997, una serie de atentados
con bombas contra hoteles de La
Habana, y tres años más tarde, en el 2000, intentó acabar de
nuevo con la vida de Fidel, durante la Cumbre Iberoamericana
que se desarrolló en Panamá.
No digo más. Información,
abundantemente indeseable, hay en sitios serios e imparciales.
La muerte se ha posado sobre un ¿ser humano? No sé si Dios
lo aceptará en la gloria que terrenalmente le atribuyeron quienes no han tenido
escrúpulo para convertir a este mundo en un infierno. Tampoco sé si yo exagere
deseándole que En Paz Descanse.
Lo que sí sé es que no chasquearé índice y pulgar en señal
de júbilo, no albergaré alegría y mucho menos levantaré una copa. Fidel jamás
lo hizo, ni lo haría hoy.
Eso es lo que nos diferencia de quienes nos odian. Al César
lo que es del César. Posada Carriles… al lugar que, justamente, merezca.