miércoles, marzo 28, 2018

 

ILUSTRE, JOSÉ AURELIO





Hijo sí. Y también hermano, padre, primo, familiar, amigo… Eso ha sido para todos José Aurelio Paz Jiménez, aun cuando en Ciego de Ávila algunos hayan creído sentirse atacados por el filo de su tecla. Nada más lejano de la verdad y de las buenas intenciones con que él lleva décadas poniéndole “músculo al periodismo, desde una visión amorosa y crítica, que ayude a curar el corazón invisible de los sueños de tantas personas”.

Lo de Ilustre, sin embargo, ni él mismo lo cree, a pesar de que la Asamblea Municipal del Poder Popular acaba de entregarle, junto a otros dos avileños, la condición de Hijo Ilustre, justamente donde 141 años atrás empezó a gorjear esa municipalidad.

Laureado con el Premio Nacional de Periodismo José Martí 2018, por la obra de toda su vida, JOPA, como suelen decirle sus colegas más cercanos, suma, por tanto, otra razón, para que familiares, amigos, vecinos y hasta desconocidos lo embosquen con esa felicitación o con el abrazo sinceros que un ciudadano se gana “no por ser simpático, ni dicharachero, ni por caerle bien a las personas, sino, simplemente, por entregar su vida en cada gota de esfuerzo…”

Y sí que la ha entregado, no a gotas, más bien a chorros, sacándoles chispas a los rieles de máquinas de escribir y computadoras, sin detenerse en los pasos a nivel que enchuchan la noche con la madrugada, esta con el amanecer y más, tanto en Ciego de ávila, donde se acogió a jubilación para seguir, en la práctica, activo, como en numerosos medios de prensa, nacionales y del exterior, donde sombreros y cabezas se han inclinado ante él en respetuosa reverencia.

Ganador de premios a todas las instancias, miembro de jurados (idem), voz nunca callada mientras integró el Comité Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba, escaño donde aprender en Congresos de la prensa cubana, pero sobre todo un verdadero “loco” a decir verdades, de las que tal vez duelen un poco, pero ¡como ayudan y sanan! Así lo veo.

No en balde, como acostumbraban a decir nuestros abuelos, su voz desprendió aplausos cuando en nombre, también, del eminente cardiólogo Roberto Melo Sánchez y del judoka, ya retirado, Raimundo Jorge Alemán Carbonell, JOPA tomó el micrófono, a modo de cordón umbilical común de aquel trillizo e ilustre parto, para agradecer, primero, la honrosa condición, y luego afirmar:

“Esta lisonja de ser considerados Hijos Ilustres no puede convertirse en júbilo de fatuidad gaseada ni quedarse en el simple acto de recibir una especie de título nobiliario…

“Ha de ser reto que nos impulse a luchar porque cada ciudadano logre cumplir su sueño desde aquí… tener una ciudad más limpia, funcional en todos sus servicios y quehaceres, más ardorosa como catauro de orgullo por esta tierra; insuflar un sentido restaurador de esperanza, de pertenencia que rescate la disciplina social desde la conciencia del individuo y la salvaguarda, por encima de todo y de todos, del concepto de Patria… un esfuerzo común para que, cuando digamos Ciego de Ávila, no retratemos una blasfemia en el aire, sino una canción hermosa en el pecho”.

Bien dicho, compadre. No lo pienso yo, que siempre me quedaré muy por debajo de lo que tu pluma merece. Lo dijo, allí, en el sitio fundacional originario de la ciudad, el rostro de esa misma gente que, como también afirmaste, “toman el mañanero trago de café, juegan dominó bajo el farol de la esquina, te abrazan y ponen en cada ladrillo y en cada palmo de tierra entrega, amor infinito y lealtad”.

(Tomado de mí mismo en Cubaperiodistas)



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