jueves, octubre 05, 2017

 

NIÑOS A BORDO DE UNA VALIJA


Ellos —niñas y niños avileños de cuarto y sexto grados que para consolidar todavía más sus conocimientos acuden a la experiencia de la profesora Dolores Suárez— no pudieron contener la sensibilidad aprendida “de Fidel, del Che y de nuestros padres”, y decidieron hacer algo por otras niñas y niños, con cuyas familias el huracán Irma no tuvo la menor piedad.
 
Entonces comenzaron a hurgar entre closets, escaparates, zapateras, maletas y todos esos espacios donde solemos guardar o colocar artículos de vestir, calzado y hasta juguetes.

Lo demás, amigos lectores, pueden imaginarlo ustedes. En cuestión de horas quedó conformada una valija que, si bien no resolverá todas las necesidades de sus destinatarios (aun cuando está bien surtida y variada) seguro estoy de que será una inyección de aliento, de esperanza y de optimismo.

Puedo imaginar el rostro pequeños donantes como Lorena González, Mélany Pérez, María Fernanda González, Dusmel Noa, José Vázquez y todos los demás, si personalmente les entregaran esos artículos a quienes residen en el poblado costero de Punta Alegre, allá en el extremo norte avileño, vapuleado por la furia del meteoro.

Imagino también el semblante de los pequeños residentes allí al recibir los obsequios, por intermedio de un grupo de periodistas del territorio, empeñados en concretar también su aporte.

Y puedo imaginar la expresión de aquellas niñas y niños cuando abran un sobre, anexo, con cartas y mensajes.

Individualmente anónimo, pero con un incuestionable sentido de amor colectivo, uno de ellos dice: “Lamentamos mucho lo sucedido. Conocemos la situación en que ustedes están y por eso les hacemos estos regalitos. Si nosotros tuviéramos una situación así, ustedes harían lo mismo…”

Con no menos cuidadosa caligrafía, otra cuartilla hace constar, en nombre de madres y abuelas: “Nos solidarizamos con todos ustedes y les reafirmamos que estén confiados en la Revolución, porque ninguno quedará desamparado. Nuestro querido Fidel nos enseñó a compartir lo que tenemos. Ustedes no están solos.”

E igual certeza deja una de las estrofas compuestas por alguna también solidaria mano, al escribir: “Todos somos como hermanos/ nos debemos siempre amar/ y jamás habrá un cubano/ que no se deje ayudar.”

Cada pulóver, pantaloncito, short, sábana… hallará cálido y agradecido cuerpo. Nadie lo dude. Seguramente, alguien guardará los mensajes. Y en algún lugar especial ha de permanecer ese sobre de papel, en cuya superficie los niños pegaron un lindo corcel blanco… como expresión simbólica del modo en que, ante momentos tan difíciles como estos, también la niñez continúa cabalgando con Fidel.












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