sábado, septiembre 16, 2017

 

DERECHO A LA VIDA EN LOS JARDINES




Por muy rico y abarcador que sea el periodismo, no hay lente, micrófono, grabadora, apunte... ejercicio de voz y de criterio que puedan captar y reproducir lo acontecido en los cayos Coco y Guillermo antes, durante e inmediatamente después de Irma: soberbio y brutal huracán que, sin gusto, archivará la memoria meteorológica.


No para hacer historia, sino para llevarla —por medio de sus protagonistas humanos y naturales— a miles de hogares, reporteros de la Televisión Avileña, Radio Surco, la Agencia Cubana de Noticias y el periódico Invasor, partimos hacia los Jardines del Rey. El pedraplén es nuestro, la mente vuela. El ojo está en el huracán.

DIVINAS MOLESTIAS
Tal vez pensó Kulwart Chasser, turista inglés, que Randolph Medina o la jovencita Dianelis Marín ignorarían su malestar, por la espera en otro hotel, durante una operación que evacuaría, en tiempo récord y con toda la seguridad, a más de 5 500 visitantes hacia sus países de origen o dentro de Cuba. Que le dé gracias, por estar vivo, al Dios de la incomodidad —pienso mientras escribo estos apuntes.

Molesto es trasladar mobiliario, equipos frágiles, recursos vulnerables... hacia refugio “seguro” dentro del propio hotel; es bajar antenas, luminarias, asegurar ventanales, convertir “el más insospechado hoyo en divino parqueo”, poner las tumbonas dentro de la piscina... como hacen Fabio Lázaro González, director adjunto del Memories Flamenco, su electricista operativo Yoanis Martínez y cinco hombres más que han quedado cuidándolo todo, a la espera de Irma, a riesgo de muerte, suceda lo que suceda.  

Por eso los lentes fotográficos de Osvaldo Gutiérrez y de Alejandro García parecen un fusil de repetición automática y el camarógrafo Yanier Espino acelera el paso, consciente de que el tiempo es oro, aquí, en otras instalaciones o en el Delfinario de Cayo Guillermo, donde captarán la evacuación de seis ejemplares, por helicóptero hacia Cienguegos, con Abdel Blanco como médico de cabecera y Ollantay Quintero, jefe de entrenadores, como un padre. 

EL GOLPE BAJO
Ni González Fráser, con sus “muchchos suicidas” en el Pullman; ni Enrique Andión con los suyos, en el Aeropuerto Internacional Jardines del Rey; ni Javier Hernández, en el Campismo Cayo Coco, ni Miguel Fernández, Presidente de la Zona de Defensa, podrían ovillar, al hillo, la secuencia de una noche y madrugada (8-9 de septiembre) en que, infernal, el viento dicta sentencia sin derecho a reclamación.

Ante el peligro Juan Carlos Rivera cambia de posición tantas veces como los muchachos del Servicentro Cupet, cuyo último y más efectivo refugio deviene el interior de una nevera.

Ni una sola instalación turística o de otro sector, tendido eléctrico, vía, área boscosa, paraje natural o artificial “escapa”. La palabra “intacto” es tan quimérica, como la esperanza de quienes esperábamos, antes, que Irma torciera rumbo hacia arriba. 

LA VIDA EN ALTO
Si Irma pensó matar en la cayería, se equivocó. Frente a su espada no faltó la vida, en alto, minuto a minuto. Pregúntenle a Karel Toledo, en vela toda la noche, rezando no por su vida, sino por esa Yutong que no llevó, antes, a un punto más seguro, para que la prensa pudiera ordeñarle al tiempo hasta la última imagen posible, del mismo modo que Lázaro Escobar, en su microbús, después.

Pregúntenles, en el Centro de Telecomunicaciones, a Irán Pedroso y sus hombres, asegurando señales para todo el Mundo (así, en Mayúscula), compartiendo computadoras y plato con nosotros, re-apuntalando ventanales a punto de saltar e irradiando energía frente a ese pedazo de alta torre caído, que ni cobró vidas ni venderá lo que hace falta tener  “en la guerra como en la paz...  y en los huracanes”.

Y pregúntenles a los 60 hombres de la Constructora El Vaquerito, que en menos de 24 horas restablecieron paso por donde el oleaje se ensañó contra un pedraplén demasiado mambí para claudicar.

Por él avanzamos, de regreso ya. Atrás quedan hombres con más voluntad que ojeras. Una caravana de ómnibus se dirige, con trabajadores, hacia cada hotel. La recuperación no espera. A nuestra derecha vuela un flamenco rosado. Elegante, gira, nos pasa por delante y continúa. Un poco más allá levanta vuelo una colonia de corúas. No necesitamos señal más clara: es la vida que sigue, imperturbable, levantando vuelo en los Jardines del Rey.



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