viernes, julio 21, 2017
ISABEL, LA REINA
Dicen
que desde el amanecer la sentaron, tal y como ha sido y es: una reina, en su
soberano trono: un cómodo sillón, casi en el centro de la sala, justo frente a
ese balcón por donde suele pasar horas mirando hacia fuera... quien sabe si
buscando, o recibiendo, agradecida, más y más futuro.
Son,
nada más y nada menos que 105 años, 105 vueltas alrededor del Sol, las que
completa en este julio que, para ella, Isabel Martínez de León, siempre tiene
un delicado sabor a historia (vivida, leída y escuchada), a dicha y a salud.
“Cómo
no va a ser así —explica Luz María Curbelo, su hija— si durante ese siglo y
más, mi madre solo tuvo un ingreso en hospital: a los 95 años, cuando sufrió
una fractura en el fémur, de la cual, por cierto, se recuperó muy bien y
rápidamente.”
Por
eso —ante la pregunta cursi, pero insoslayable— mira primero a su alrededor,
hasta donde han ascendido sus más cercanos y queridos descendientes, comprime
en sus entrelazados dedos una caricia y resume en una palabra todo lo que lleva
dentro en este instante: Feliz.
Y
da y recibe el beso que jamás le ha faltado; y degusta, como la colegiala que
nunca pudo ser allá en la
Finca La Agustina, el cake que por entonces infinidad de
niños crecieron sin poder saborear; y mima en sus antebrazos el delicadísimo
ramo de rosas que le han traído los máximos representantes de los Comités de Defensa de la Revolución en
provincia y municipio, junto a un pequeño certificado que da fe de su mérito
como fundadora de esa organización de masas; y, a un siglo de distancia, ¿verdad
Silvio?, entona ese felicidades que mantiene en una misma cuerda a hijos,
nietos, bisnietos, a Segura: su entrañable yerno, y a otros familiares y
vecinos.
Y,
aunque dicen que a veces la memoria le hace un pequeño alto, quizás para
descansar, vienen hasta ella desde Dolores, la más joven de sus hermanos aún
vivos (con más de 80 años), hasta Severina, quien falleció hace tres meses con
un siglo de existencia, o José, quien le había remolcado al tiempo 104
calendarios cuando le dijo adiós a esta vida, en febrero de 2015, todos por
encima de la esperanza de vida que registra hoy Ciego de Ávila:
78,57 años.
Y
yo, que escribo, sé que motivos similares para celebrar un cumpleaños así, hay,
durante todo el año, en cualquier hogar avileño o de otra zona del Archipiélago
cubano. Y también lo sabe usted, y hasta Isabel, quien al ver, mediante la
televisión, cómo le celebraban el centenario a una mujer holguinera, dijo con
pícaro acento: “Pues conmigo bien pudieran hacer lo mismo”.
Y
como lo dicho por una reina es ley, ahí tiene, no a sus siervos, sino a los
retoños de su reino familiar, encabezados, desde abajo, por ese granito de maíz
que llevará por gloria la herencia espiritual de una bisabuela soberana, un
nombre inmenso: Alejandro, y la dicha de haber “desembarcado”, a la vida, un 2
de diciembre.
¿Acaso
necesita algo más, usted, hoy, su Majestad?