domingo, abril 30, 2017
YO SÍ VOY A CELEBRAR
Por supuesto que sí. Yo, uno de los tantos ciudadanos, de
cualquier lugar, edad, sexo, origen, creencia… sí voy a celebrar —otra vez—
este Primero de Mayo.
Voy a saborearlo en familia, junto la “tropa” de mi centro
laboral, entre los vecinos y con cuanta gente del barrio me encuentre en el desfile
o después de él… porque ¿quién dijo que la cosa termina con el paso frente a la
tribuna? Más bien, comienza.
No sé otros y otras, pero a mí me sobran razones para
meterle pecho a este lunes con todo lo que se suele llevar dentro. No solo por el
hecho de estar vivo —que es, de por sí, una dicha, sobre todo si se respira
aquí, en este país pequeño, inmenso y sin igual. También por tener salud, un
trabajo que me une días y noches, una familia linda, amigos de verdad, sosiego,
seguridad (hasta para echar una pequeña siesta en un tranquilo banco de parque,
si el cuerpo me lo pide, a la hora que sea), aspiraciones, inconformidades y un
bulto de insatisfacciones y de adversidades que, lejos de enfriarme el ánimo,
le suben temperatura.
Claro que voy a celebrar… por mí, por mi hijo (que es la
representación más nítida del término Patria en mí), por los que no se rinden,
por los que aparentemente ya no están, cuando en verdad la historia y la
familia los mantienen ahí, vivitos. ¿Cierto o no?
Festejaré hoy por resultados que tenemos en Ciego de Ávila
y que a veces no vemos, o no queremos ver en su justa dimensión, lo que
no niega la capacidad de apreciar, también, el rosario de cosas que debieran
andar mucho mejor en el orden social y económico.
Basta con tener los pies en la tierra (más que mente “en el
aire” o el dedo dentro de la boca) para saber que, a pesar de todos los
pesares, puedo hacer en este día mío, como trabajador, lo que otros obreros, en
otras latitudes no pueden hacer, o, al menos, no igual.
Pero sobre todo, voy a celebrar y a reafirmar mi rumbo,
porque es lo que desde su heroica piedra me sigue pidiendo Fidel :
ese hombre extraordinariamente humano que nace en cada amanecer para millones
de personas, cuando el Sol asoma su mirada, allá por un sereno lugar llamado Birán