domingo, marzo 26, 2017

 

¿QUÉ FRUTAS?





No es necesaria una profunda investigación o encuesta. ¿A quién no le gustan las frutas en Cuba?

Tampoco es preciso un estudio para concluir que su semblante, en las últimas décadas, ha sido más demacrado que rozagante.

Excepto un puñado de conocidas variedades (mango, guayaba, fruta bomba, piña, naranja, melón o aguacate) el grueso de la rica gama que desde antaño endulzaron el paladar social y familiar de este país desbrillan por su ausencia en anaqueles de mercados y placitas o devienen, en el mejor de los casos, apenas referencia oral para un buen segmento de población, sobre todo joven.

Granada, rolínea, pasa japonesa, ciruela enana, higo, canistel, grosella de la Florida, marañón, guanábana, anón verde y morado, chirimoya o mamey de Santo Domingo (por solo mencionar algunas) son especies que, parafraseando al cantante Roberto Carlo, a la vuelta de un tiempo quizás solo podamos ver en los libros o en imágenes de archivo.

También de ello se habló en espacios programados e informales del reciente encuentro nacional que tuvieron las cooperativas frutales, con merecida sede en Ciego de Ávila, para examinar lo andado por un movimiento que nacionalmente agrupa hoy a unos 4 500 productores de base.

Buena cita, sin duda, no solo por que reiteró la urgencia de fomentar las frutas o rescatar variedades “perdidas” o en franca agonía. Muy triste sería plantar frutales, atenderlos bien, lograr una digna cosecha y tropezar con escollos en la comercialización, ausencia de una infraestructura industrial que procese parte de esa producción u otros nudos que dan al traste con grandes volúmenes echados a perder, en medio de tanta aceptación y necesidad en la población y de algo que también recalcó el encuentro: el imperativo de exportar.

Si se conoce cuánto gusto y la preferencia tienen por nuestras frutas, quienes visitan Cuba y quienes las adquieren fuera, ¿qué esperan, entonces, los productores para “soltarse” a exportar?

Desatar la mentalidad —pudiera ser el inicio de la respuesta.
Lo confirmó el propio evento. Muy pocas cooperativas han situado producciones en el exterior.

Predomina, por demás, cierta tendencia a querer exportar frutas frescas. Y no es malo. Se sabe el dulce revuelo que han causado en Canadá y en países europeos, mangos cubanos (como el llamado La Paz), aguacates como el Catalina o la piña. ¿Pero por qué aferrarse a ello si, como ha insistido Ulises Rosales del Toro, vicepresidente del Consejo de Ministros, ahí están las producciones en pulpa, cuyos precios triplican a los de la tonelada de azúcar?

Por cierto, según estadísticas, Cuba invierte unos seis millones de dólares en sustancias para saborizar helados que pudieran tener como base la pulpa de frutas naturales cosechadas aquí y procesadas por la industria nacional estatal y privada.

Otro horizonte, tal vez ya más a la mano que a la vista, lo abre el arribo de cruceros, a cuyos turistas y tripulaciones no creo les sean indiferentes esas frutas tropicales y derivados de ellas que no abundan en los países de donde zarpan tales embarcaciones.

Las frutas, en fin, están pidiendo espacio (en hogares, mercados, puertos...) ¿Es hora, o no, de dedicarles más tiempo?



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