sábado, septiembre 17, 2016
Bienvenido Osvaldo
Quizás otro, u otra,
hubiera sentido asombro. A mí lo que me provocó la noticia fue tremenda
satisfacción.
Hacía apenas unos
minutos, a mi amigo Osvaldo Sánchez Naranjo le habían entregado el carné del
Partido.
¿Y eso qué tiene de
extraordinario? —se preguntará usted.
Por supuesto que nada.
Cientos, miles de cubanos, de distintas edades, sexo, origen, creencia, ubicación
geográfica, nivel cultural... ingresan cada año a las filas del Partido
Comunista de Cuba.
Solo que a Osvaldo no
lo propusieron sus compañeros de oficio, o los de la cuadra donde vive, aunque
es bueno reiterar que todos, al menos todos los consultados en distintos
escenarios, respondieron con inequívocas muestras de alegría y de aprobación.
No. Con su medio siglo
de calendarios en el costillar —tiempo suficiente como para ir prefiriendo ya
más tiempo (de merecido descanso)— Osvaldo pidió, por voluntad muy propia, que
la organización de base analizara la posibilidad de crecer con él.
¿Y tiene, realmente, eso
algo de inaudito o de extraordinario? —podría preguntarse, otra vez, usted.
Y vuelvo a ofrecer
criterio: No lo creo, aún cuando —y en ello coincidiremos— no son estos los
casos que más abundan... a pesar de que estamos hablando de una vía, una
posibilidad abierta a cualquier ciudadano, en cualquier parte de este país.
Pero el caso puede
tornarse mucho más curioso e interesante, si se conoce que, por razones
totalmente ajenas a su deseo, transparencia y voluntad, nuestro amigo había
dejado de ser militante, años atrás, aunque en la práctica lo siguió siendo, en
el ejercicio de la profesión, en formas y normas de comportamiento.
¿Qué pudo motivar a mi
amigo para solicitar que se le hiciera el proceso, si así lo consideraba el
núcleo de su centro de trabajo? ¿Aspiraciones de cargo? ¡Ni pensarlo! Ya los tuvo y ni en aquel entonces ni ahora
los ha buscado. ¿Proyectar una imagen más convincente o confiable? Tampoco,
pues goza del respeto y del cariño de quienes le acompañan, así como de
indiscutible confianza por parte de quienes lo dirigen. ¿Obtener algún otro
beneficio? Quienes lo conocemos, bien sabemos que no.
El es, sencillamente,
uno de los tantos avileños que sí cree en el Partido, ve y siente la necesidad
de su existencia y de su fortalecimiento interno, uno de esos que llaman a las
cosas y a las personas por su nombre, en el momento, forma y lugar adecuados.
Lástima que algunos y
algunas no piensen ni actúen igual. Hablo de los, y las, que piden
desactivación del Partido, casi siempre sin argumento propio y convincente, o
de quienes esquivan el tránsito hacia su seno desde la Unión de Jóvenes
Comunistas… como si la sociedad pudiera dirigirse sola, a ciegas, indiferente a
sí misma o peor aún: fraccionada.
En fin, a esta hora
nuestro claro amigo debe haber recibido numerosas felicitaciones, algún que
otro chiste de cubana marca, bien intercalado, y quien sabe si hasta la
socarrona risita exteriorizada por quienes, pidiendo pluripartidismo (desde
ultramar), generando apatías y evocando otras “modernidades” tan viejas como la
maldad que engendran, lamen la misma lengua que “raja” del Partido, con la
esperanza de verlo partido en pedazos.
Por fortuna, hay
mayoritaria claridad en Cuba acerca de ese asunto, hombres como Héctor Paz
Alomar, ya jubilado pero puntal activo en su núcleo, o quienes, como Osvaldo,
dicen: cuenten también conmigo, aquí estoy.
(Tomado de mí mismo en TVA)