miércoles, junio 08, 2016
CUANDO UN COLEGA SE NOS VA
Cuando un colega, hombre o mujer, se nos va; sin previo aviso,
sin más motivo que la cruel e imprevista zancadilla del mal llamado destino,
unas veces con manto natural, otras, arropado de imprudencia con segundos o
terceros rostros… a todos nos parece incierto. Así es de cierto.
Cuando alguien como Yaumara Hernández Cervantes,
subdirectora de información y programación en RadioChambas,
se nos va, en trágico accidente de tránsito
(a la muerte) las gargantas se vuelven un nudo y entonces nadie quiere hablar en
medio de la asamblea que, en ese instante, congrega a periodistas, fotógrafos,
camarógrafos, sonidistas, directivos del sector...
E, insuficiente, la tercera planta del hospital de Morón
semeja un cascaron de nuez. Y, sin conocer a la periodista accidentada, aquella
empleada de recepción lamenta no haber estudiado neurocirugía, para estar allá
adentro, también, bajo la luz del quirófano, batiéndose a muerte contra la
muerte, a favor de esa vida en flor.
Cuando, sin previo indicio, nos dice adiós alguien que día
tras día ha entrado por el sonoro tímpano radial de cada hogar, entonces hasta
la amplia funeraria puede sentirse reducida.
Y la gente se derrama, desde distintas partes, para confluir
en el vértice de un dolor que hace astillas el molde de lo sanguíneo o familiar.
Y Antonio Moltó, el presidente de los periodistas cubanos,
se revuelve inquieto, allá en La
Habana, mientras llama y llama, porque si bien ninguna voz
devuelve vida, sí puede infundir y entregar aliento para seguir viviendo.
Por ello, de la propia Unión dePeriodistas de Cuba,
del Instituto Cubano de Radio y Televisión, de emisoras y medios de prensa
nacionales, provinciales y municipales, de las siempre enredadas redes
sociales… mana el latido.
Y el Buró Provincial del Partido pospone su coincidente análisis
acerca de la eficacia informativa en el territorio, mientras el pulso del
Primer Secretario y de otros cuadros políticos y administrativos marca pasos a
ritmo de lectores, reporteros, periodistas, junto a Yaumara.
Y el pueblo se aprieta en un solo eslabón. Y su pequeña
emisora se encadena para eslabonarse al Surco
radial de la provincia. Y a la sombra de un árbol, sobre un tranquilo banco, la
brisa le arranca a un bolígrafo lo que destilaría ese mismo puntero, en
cualquiera de las manos que le dan vida, en todo el país, a un gremio como el
nuestro… cuando un o una colega se nos va.
(Original en periódico Invasor)