martes, noviembre 04, 2014
MI HIJO FRANKLIN REYES
Es la primera vez que estoy deseando, en desesperada súplica, que Cubadebate se haya equivocado... por primera vez.
De ello no ser posible, entonces quiero desear que todo no
sea más que una terrible pesadilla a ras de almohada...
No puede ser cierto, en modo alguno, que mi Franklin Reyes,
haya dejado de existir. Un accidente automovilístico -informa Cubadebate. Sigo
negado a aceptarlo.
Tal vez parezca yo, también por vez primera, egoísta en extremo
y hasta sanamente autosuficiente, pero no creo haya salido al exterior un
equipo de prensa escrita más unido, alegre, comprendido y familiar que el integrado por ambos allí.
Solo así fue posible continuar reportando hacia Cuba lo más
trascendental del convulso panorama venezolano, mientras respondíamos colateral y privilegiadamente a
varias solicitudes de la más alta dirección de ese hermano país, incluido un
libro acerca de la misión educativa Yo sí puedo, por encargo del inmortal
presidente Hugo Rafael Chávez Frías, donde más del 80 por ciento de las imágenes llevan su genuino y muy cubano sello.
Franklin fue la adulta fotografía a bordo del lente
joven. Su sensibilidad (artística, política y humana) asombró a cubanos y
venezolanos. Libros, revistas, periódicos, agencias, afiches, vallas... se
hicieron eco de imágenes similares pero no iguales a las de otros lentes, quizás
sobre la base de aquella obsesión suya por sacarle el zumo hasta el último
palmo de fotograma, la aplastante fuerza de sus primeros planos, el latido de
lo humano hablando por sí solo… y, aún así, la permanente y optimista
inconformidad consigo mismo, seguro de que hubiera podido y podría luego
hacerlo mucho mejor.
A menudo acude a mi memoria su muestra personal "Al sur
de mi lente". Recuerdo que atrajo durante días a personas de todas las
edades hacia el interior de la
Casa de Nuestra América, en pleno corazón de Caracas. De
hecho, aquel hermano país imprimió un segundo juego, para conservarlo y difundirlo en otros espacios o galerías.
Y aún así, jamás advertí en el semblante de ese hijo que la
vida me dio “hecho y derecho ya, o en su
comportamiento, ni la más leve brisa de vanidad o de orgullo. ¿Será que cuando
uno pierde a un ser así lo eleva inmaculado al podio de lo eterno? No lo creo.
Franklin fue, es y será, el niño ingenuo, alegre, impetuoso, soñador, servicial
y laborioso, amigo de los amigos, hermano de los hermanos… aquel que a golpe de sacrificio y de mucho empeño
personal hizo y hará brillar el lente, más allá de ese Juventud Rebelde que devino nido y despegue para su vuelo profesional y, por supuesto, también mucho más allá del alcance óptico que haya imaginado
jamás el más notorio fabricante.