jueves, junio 12, 2014
IDEAS DE CABEZA
Una foto internacional, publicada el pasado 8 de junio en el periódico Trabajadores, me ha estremecido de pies a...
En la parte posterior de su rapada cabeza, un individuo exhibe la conocida
svástica o simbología del fascismo, mientras saluda con el gesto afín.
Cada quien —me dije— lleva en su cabeza las ideas que desea, en las que
cree, las que defiende… por cierto, ¿siempre las más justas?
¿Habrá cambiado tanto el mundo tras un racimo de vueltas alrededor del Sol…?
Puedo estar equivocado, pero desde niño tuve la impresión de que hasta
los más abiertos partidarios del fascismo mantenían cierta “cautela pública o
publicitaria” en torno a una ideología que retorció de dolor y de muerte hasta
a la muerte misma.
Pasarán siglos y las imágenes de los campos de concentración no perderán
ni un ápice de su escalofriante efecto sobre la sensibilidad de quienes para
entonces sigan siendo y sintiendo como seres humanos.
El rebrote de aquella maniática ideología y el gradual ascenso que
registran algunos partidos profacistas de la extrema derecha europea (con eco
en conductas como las de algunos sectores de la oposición venezolana), tienen
triste expresión en tatuajes y otras —para mí— nada decorosas “decoraciones” al
estilo de la que algún fígaro o “dibujante” se esmeró en dejar sobre la cabeza
del susodicho rapado.
Cada quien, insisto, lleva en su cráneo las ideas que prefiere, en las
que cree… Al menos es lo que desde niños hemos escuchado y visto a nuestro
alrededor, aquí en Cuba.
Por fortuna (entiéndase principios, educación, lógica, convicciones…) en
el entorno nacional donde respiro, prevalecen signos, símbolos, formas y
mensajes de mejor gusto, muchos incluso como el que con orgullo mostraba en
días pasados, también en la parte posterior de su cabeza, un joven de tez
oscura y alegre semblante.
Cuando me percaté de su presencia delante de mí, él escuchaba a un grupo
de coetáneos interpretando una canción dedicada a los Cinco antiterroristas
cubanos. Y sentí un ligero y agradable estremecimiento al imaginar la
dedicación con que el barbero, quizás tan joven como él, le delineó en ralo
cabello la imagen del Che y a un costado la bandera cubana.
¿Por qué ahí fuera, a ras de cráneo? —me dije.
Porque es lo que desde niño lleva dentro —concluí.