viernes, enero 17, 2014
AUXILIO DESDE EL SENTIMIENTO
Aún recuerdo
con cristalina precisión su figura. Yacía inmóvil, boca arriba, junto a la
carretera central. Por esa razón aquel otro hombre salió rápidamente, haciendo
reiterados movimientos con la mano en señal de auxilio.
Infante, el
magnífico chofer con que contamos en la sede nacional de la Unión de Periodistas de
Cuba, detuvo el microbús justo al lado del cuerpo inerte.
“No sé
quién es –dijo el sujeto, mientras varios colegas se apresuraban a socorrer a
la víctima-, solo me preguntó si el poblado de Gaspar quedaba muy lejos,
entonces se desplomó y empezó a echar espuma por la boca. ¡Hay que llevarlo
urgentemente a un consultorio o al policlínico!…”
Alrededor
de nueve kilómetros mediaban entre ese lugar y el mencionado pueblo. Nueve
kilómetros que parecieron cuatriplicarse a pesar de la segura velocidad que
Infante logró imprimirle al microbús mientras, en la medida de nuestras
colectivas posibilidades, cada quien hacía lo individualmente más aconsejable
en un caso así: colocar al hombre en posición correcta para evitar una bronco
aspiración, limpiar constantemente sus labios, facilitar la ventilación, abrir
y tratar de suavizar sus tensos dedos, revisar el jolongo acompañante en busca
de alguna posible píldora, medicamento o información útil…
La atención
en el policlínico no pudo ser mejor. La eficaz intervención del personal médico
ayudó a transformar rápidamente no solo el incierto estado de aquel hombre,
sino también el semblante de quienes le auxiliamos.
“Continúen
sin preocupación, yo soy de esta zona y puedo explicar lo sucedido e incluso
ofrecerle más ayuda a ese pobre hombre si fuera necesario” –afirmó, antes de
despedirnos con un criollo estrechón de manos, el ciudadano que había pedido
ayuda junto a la carretera.
Durante
varios kilómetros, la conversación giró en torno al inesperado suceso. Todo
indicaba que habíamos estado frente a un caso de epilepsia. Afortunadamente la
crisis coincidió con la cercana
presencia de aquel noble ciudadano y con el paso del microbús por allí.
De otro modo, es difícil vaticinar qué hubiera ocurrido.
Veinte
minutos después entrábamos a la ciudad de Ciego de Ávila. Tal vez ya para
entonces el enfermo se había recuperado. Me gustaría ver la expresión de su
rostro al saber que llegó a aquella instalación de salud asistido por miembros
del Comité Nacional de la Unión
de Periodistas de Cuba y presidentes de las provincias orientales y Camagüey,
en transito hacia la capital del país.
Seguramente
se lo contará con sano orgullo a su familia. Quizás hasta lo recuerde con frecuencia,
agradecido, al pasar los años. Para Adalys Ray, Lourdes Palau y su tierna hija,
José LLamos, Yuldys Márquez, Miozotis Fabelo e Infante aquella no fue más que
una oportunidad para hacer lo mismo que hubiera hecho cualquier persona en Cuba
a favor de alguien necesitado de auxilio… a favor de lo más preciado para el
ser humano: la vida.