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Varios sitios han difundido el fallecimiento, en La Habana, de Laura Pollán: integrante del grupo conocido como Las damas de blanco, opuesto a la Revolución cubana.

De acuerdo con declaraciones de su esposo Héctor Maseda, publicadas por varios medios digitales, el deceso ocurrió en el hospital Calixto García por un paro cardiorrespiratorio y “estuvieron tratando de reanimarla casi una hora”.

Por su parte Laura Labrada, hija de la fallecida, ha dicho que su madre fue afectada, en conjunto, por el dengue y por un virus respiratorio sincitial, este último muy agresivo y responsable de la crisis respiratoria.

Aunque en las redes sociales algunos opositores acérrimos de Cuba empiezan a responsabilizar al país por esa muerte, Berta Soler, también de las Damas, reconoció que el comportamiento de los médicos del gobierno con la opositora y sus familiares fue correcto, conforme al compromiso de “salvar al paciente, sin que importe la ideología".

Ese ha sido uno de los méritos humanos, éticos y científicos de la medicina cubana, hasta en sus momentos más difíciles como consecuencia de la permanente presión externa por parte de las sucesivas administraciones norteamericanas para impedir la entrada a Cuba de medicamentos, equipos e insumos para el sistema de Salud.

A diferencia del júbilo que signa a ciertos individuos en lugares como Miami cuando algún dirigente de este archipiélago enferma o fallece, la muerte de esa señora no alegra a ningún revolucionario cubano. Por el contrario: hay sereno respeto. Esa es la gran diferencia entre quienes odian (una minoría) y quienes aman (un pueblo entero).

Es conocido el estrecho vínculo político y económico que durante años han mantenido Laura Pollán y las Damas de blanco con la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, con el Gobierno de aquel país y con la oposición externa radicada fundamentalmente en Miami.

En lo personal: En paz descanse.