martes, junio 01, 2010

 

MIS DUEÑOS

Hace alrededor de 26 jornadas (5 de mayo) tuve el placer de robarle un pedazo a mi propia tarde para estar junto a Carlitos: niño que ese día coronaba su primer año de vida. Quiso el azar que también yo viera la luz un día así… pero 49 calendarios antes.

Hoy, 1 de junio, no he sentado a ese pequeñín sobre mi cuello, para que cabalgue a puro galope sobre las crines de su temprana imaginación (como aquel día). Pero igual he sentido el privilegio de estar, otro segmento de tarde, junto a niños.

Adriana, Luisi y Emilito (hermanos estos dos últimos) se encargaron de revolverme, una vez más, esa predilección por la niñez que llevo dentro desde mi infancia.

Ellos tenían hoy el mismo derecho de todos los niños a festejar su Día Internacional. Y yo no me habría perdonado –jamás- dejar que se extinguieran tranquilamente estas 24 horas, o teñirlas de blanca indiferencia.

No hubo avisos, sino espontánea sorpresa; ni una carga de platos, sino una rica cuña de cake, jugo natural de naranjas, lonjas de mango, croquetas y más deseos de jugar que tiempo real para saciar las ansias.

Así sucede siempre que hay cita en la casa de Emilio y Day: punto habitual de convergencia para el derroche de amistad, afecto, solidaridad, cariño, hermandad y otros valores.

Pero volviendo al caso, seguramente ya en las escuelas de esos tres niños la fecha había sido motivo de mención, alegre bullicio, actividades durante el día…

De cualquier manera, el cálido ambiente hogareño y familiar nunca puede quedarse a la saga en días así.

Por eso la pertinaz lluvia tuvo que aceptar su revés, vencida frente a este inesperado encuentro, un grupo de golosinas, muñecos dibujados de un plumazo a mano sobre plumón, cuentos, anécdotas, ocurrencias y una simpática perra creyéndose toda una persona, a la velocidad de la luz para alcanzar a tres niños “igualmente sueltos y sin vacunar”.

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