viernes, mayo 07, 2010
REGALO DE CUMPLEAÑOS
Amo hacer cada 5 de mayo (día de mi cumpleaños) lo que libre, soberana y muy determinadamente se me antoja.
Unas veces me voy hasta la vecina provincia de Holguín, donde me aguarda el siempre entrañable abrazo de mi hermano René Ávila Espinosa: quien vino al mundo el mismo día que yo, aunque unos años antes.
En otras ocasiones prefiero la tranquilidad de mi hogar: pequeño en espacio físico e inmenso en cariño familiar.
Las ofertas –y hasta persecuciones- de amigos son siempre una puerta de par en par y tentadora opción, del mismo modo que la conveniencia de “retirarme” a algún apacible lugar de la ciudad, idóneo para revolver el alma…
Este año, en cambio todas esas posibilidades se fueron a pique, sencillamente porque así lo quiso Carli.
Su padre (joven pero excelente director de orquesta de guitarras) me había llamado la víspera para “recordarme” algo que en verdad yo no sabía: un día después, el 5 de mayo, Carli arribaría a su primer año de vida.
Y, aunque hubiera preferido quedarme en casa, allá me fui. A cargar en mis brazos, y a besar, un pedacito de futuro.
............ ..........
Pequeña aclaración:
Mis más sinceras disculpas a esos que últimamente se empeñan en acceder a mi página para luego molestar y ofender.
Estos siete párrafos están escritos, en primer lugar, para Carli. Y, por supuesto, para quienes SÍ conocen el valor –sin precio- de lo más grande que existe en el mundo: los niños.
Unas veces me voy hasta la vecina provincia de Holguín, donde me aguarda el siempre entrañable abrazo de mi hermano René Ávila Espinosa: quien vino al mundo el mismo día que yo, aunque unos años antes.
En otras ocasiones prefiero la tranquilidad de mi hogar: pequeño en espacio físico e inmenso en cariño familiar.
Las ofertas –y hasta persecuciones- de amigos son siempre una puerta de par en par y tentadora opción, del mismo modo que la conveniencia de “retirarme” a algún apacible lugar de la ciudad, idóneo para revolver el alma…
Este año, en cambio todas esas posibilidades se fueron a pique, sencillamente porque así lo quiso Carli.
Su padre (joven pero excelente director de orquesta de guitarras) me había llamado la víspera para “recordarme” algo que en verdad yo no sabía: un día después, el 5 de mayo, Carli arribaría a su primer año de vida.
Y, aunque hubiera preferido quedarme en casa, allá me fui. A cargar en mis brazos, y a besar, un pedacito de futuro.
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Pequeña aclaración:
Mis más sinceras disculpas a esos que últimamente se empeñan en acceder a mi página para luego molestar y ofender.
Estos siete párrafos están escritos, en primer lugar, para Carli. Y, por supuesto, para quienes SÍ conocen el valor –sin precio- de lo más grande que existe en el mundo: los niños.
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