viernes, mayo 07, 2010
Madre... LA VIDA ERES TÚ
Total y absolutamente de todos. Así es cada segundo domingo de mayo en Cuba.
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Colinda quizás en el error quien supedita esas 24 horas solo a la cifra redonda y comprobada de mujeres madres.
Muy niño aún, me pregunté por qué entre sus 365 jornadas el calendario no nos reservó también el Día de los hijos, o el de los abuelos, esposos, hermanos, nietos, tíos…
Después, el habitual “fuego cruzado” de postales cada año: hacia mi madre, abuela, hermana, esposa, tías, suegra, primas, maestras, vecinas, amigas, compañeras… develaría el verdadero y abarcador alcance familiar, humano y social de ese domingo.
¿Acaso hierve solo dicha en quien recibe el beso, la postal, el regalo? ¿Es menos cierto lo que siente quien entrega?
El cariño verdadero no es unidireccional ni viene por encargo. Ninguna madre exige amor. Le llega porque lo da. Lo tiene por derecho natural asegurado. Le arriba en la medida en que lo siembra. Y difícilmente esa huerta haya conocido en toda la Madre Tierra manos tan fértiles como las de aquí… desde los tiempos de Guarina hasta hoy, cuando la real presencia de Carmen Nordelo sigue espantando a los sabuesos del imperio en Victorville, y acogiendo en su maternal regazo la inocencia —absoluta— de Gerardo.
Por eso este 9 de mayo anuncia otro boomerang de ternura sin fronteras, rebombeando cariño desde y hacia todas direcciones, incluso por intermedio de miles y miles de ramos en flor sobre la existencia insustituible de quienes aparentemente ya no están.
Por razones de género, la mitad (o más) de los humanos morimos sin conocer la intensidad exacta del cariño que solo siente una madre. Pero casi la totalidad de quienes coronamos la adultez (con independencia del sexo) entendemos mejor cuánto nos quiere, o nos quiso Ella, el día en que la vida nos premia con un hijo.
Disfrutemos todos pues, este domingo, la dicha de ser siempre hijos, y no cerremos jamás la pupila ante la mejilla de nuestras madres… excepto para comprimirle el beso con que tal vez nos acerquemos a la cima de su grandeza interior.
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Colinda quizás en el error quien supedita esas 24 horas solo a la cifra redonda y comprobada de mujeres madres.
Muy niño aún, me pregunté por qué entre sus 365 jornadas el calendario no nos reservó también el Día de los hijos, o el de los abuelos, esposos, hermanos, nietos, tíos…
Después, el habitual “fuego cruzado” de postales cada año: hacia mi madre, abuela, hermana, esposa, tías, suegra, primas, maestras, vecinas, amigas, compañeras… develaría el verdadero y abarcador alcance familiar, humano y social de ese domingo.
¿Acaso hierve solo dicha en quien recibe el beso, la postal, el regalo? ¿Es menos cierto lo que siente quien entrega?
El cariño verdadero no es unidireccional ni viene por encargo. Ninguna madre exige amor. Le llega porque lo da. Lo tiene por derecho natural asegurado. Le arriba en la medida en que lo siembra. Y difícilmente esa huerta haya conocido en toda la Madre Tierra manos tan fértiles como las de aquí… desde los tiempos de Guarina hasta hoy, cuando la real presencia de Carmen Nordelo sigue espantando a los sabuesos del imperio en Victorville, y acogiendo en su maternal regazo la inocencia —absoluta— de Gerardo.
Por eso este 9 de mayo anuncia otro boomerang de ternura sin fronteras, rebombeando cariño desde y hacia todas direcciones, incluso por intermedio de miles y miles de ramos en flor sobre la existencia insustituible de quienes aparentemente ya no están.
Por razones de género, la mitad (o más) de los humanos morimos sin conocer la intensidad exacta del cariño que solo siente una madre. Pero casi la totalidad de quienes coronamos la adultez (con independencia del sexo) entendemos mejor cuánto nos quiere, o nos quiso Ella, el día en que la vida nos premia con un hijo.
Disfrutemos todos pues, este domingo, la dicha de ser siempre hijos, y no cerremos jamás la pupila ante la mejilla de nuestras madres… excepto para comprimirle el beso con que tal vez nos acerquemos a la cima de su grandeza interior.