jueves, enero 21, 2010

 

EU: ¿CUÁL ES EL TEMOR?

Todo indica que a Estados Unidos no le agrada la presencia de medios como Venezolana de Televisión (VTV) en el escenario directo de los acontecimientos.

Marines de la 82 División Aerotransportada han impedido el acceso de esa televisora a hospitales donde reciben asistencia médica haitianos víctimas del sismo que destrozó al empobrecido país caribeño.

De acuerdo con un despacho de Prensa Latina, tal irregularidad fue denunciada por reporteros del equipo que envió Venezolana de Televisión hacia Haití, para ofrecerle cobertura a la solidaria ayuda que ofrecen allí numerosas naciones.

Frente a esa intransigencia norteamericana vale la pena preguntarse a qué le temen las “autoridades” del imperio.

Y tal vez una escueta frase resuma lo que todo el mundo sabe: Le temen a la verdad: una verdad que –según despachos de prensa- supera ya los 11 000 efectivos militares, armados hasta los dientes (o lo que es igual: con dientes hasta en las armas), cuyo número final nadie podría vaticinar, ni siquiera con aproximada “exactitud”.

Le temen a que siga trascendiendo el modo en que ellos se adjudican el derecho que nadie les ha concedido para adueñarse del aeropuerto, decidir qué nave aterriza y cuál no, quién entra, quién sale, o cómo se las ingenian para retardar, entorpecer o hacer agónicamente lentas las operaciones de ayuda, socorro y abastecimiento desde el exterior…

No le conviene a la Casa Blanca que circulen imágenes de sus marines maltratando a la misma población que simulan ayudar, o tomando el Palacio Presidencial mediante efectivos transportados en helicópteros de guerra ante la mirada atónita de rostros hambrientos que no necesitan pólvora, sino medicamentos; no piden armas, sino agua y alimentos; no desean ocupación militar arropada bajo pelambre de ovejos, sino la libertad preconizada por esos mismos soldados que plantan la bota sobre el suelo y los derechos haitianos…

Cualquier imagen de médicos cubanos, por ejemplo, haciendo milagros científicos y humanos en medio de las más adversas condiciones para el ejercicio de la profesión, sería un golpe al rostro de la mentira o, en el “mejor” de los casos, a ese silencio predilecto tan bien adobado a la usanza del periodismo made in USA. Y, por lo tanto, no conviene ese tipo de reporte.

Tampoco es bueno que a medios de prensa verdaderamente serios se les ocurra “abrir ojos” en torno a intenciones norteamericanas (no tan sanas como los vendajes, estetoscopios y quirófanos de otras nacionalidades), cuya prolongación a tiempo indefinido en Haití tampoco alguien puede precisar, sobre todo porque este largometraje de aparente ficción pero muy cruda realidad pareciera un regalo de la naturaleza, ¿o quién lo duda?: un autorregalo del propio imperio, para plantar nuevas bases (de muerte) al estilo de aquellas en Colombia, amordazar más a la región y cercar más tensiones sobre Cuba.

En fin, detrás de esa desaforada carrera sobre Haití, acciones de ocupación y fobia hacia medios generadores de verdades, podría estar el temor de Estados Unidos frente a realidades y “misterios” que acaso permanecen sepultados bajo los escombros, entre la fetidez de cadáveres que quizás un día se levanten, como sombras, para dar luz en torno a este inesperado, extraño y descomunal sismo, que mientras más dudas e interrogantes abre en la comunidad internacional, más incrementa y acentúa lo único que sabe hacer “muy bien” la política de Washington: desatar la presencia directa y arrogante de marines, la ocupación militar, la disposición siempre instantánea de matar.

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