sábado, noviembre 28, 2009

 

CON MIS HERMANOS

Profundo placer. Eso siento cada vez que los corresponsales del órgano para el cual trabajo nos reunimos en alguna de las provincias cubanas.

Pude comprobarlo una vez más durante la última cita, recientemente.

Tuvo lugar en Ciego de Ávila (al centro del Archipiélago). El encuentro deparaba expectativas desde meses atrás, aún cuando su agenda no incluía el resumen anual de trabajo o la evaluación profesional correspondiente a la última etapa.

Han transcurrido algunos días y todavía recuerdo con agrado aquel momento, ideal para “cargar las pilas” y “reoxigenar la tecla”, pero también cálido espacio para descargar una broma, abrazar, departir y compartir (todo lo humanamente compartible) con el resto del equipo y con quienes, desde la redacción central organizan y dirigen el trabajo.

Tal vez sea por esa dicotomía que se teje en torno al corresponsal (vives en la provincia, trabajas para la nación, ¿de quién y de dónde eres?...), lo cierto es que la reunión entre compañeros homologados en el oficio recuesta al máximo el cuentamillas de una fraternidad y de un hermanamiento que se van sedimentando solos.

Por eso vale la pena meditar o reconocer cuánto “trigo” (aliento, motivación) reportan esos encuentros para el interior de quienes “combatimos” todo el año en condiciones de “semiaislamiento”, zancajeando noticias, hechos o experiencias de talla nacional (como mínimo), develando insuficiencias no siempre gratas al tímpano aludido, ayudando a resolver los mismos problemas que laten a ras de sociedad…

Y dejan siempre (esas citas profesionales) también la posibilidad de contactar con lectores y conocer más acerca de la vida social, cultural, económica e histórica de otras zonas del país, donde miles de personas enfrentan cada día los retos –de todo tipo- que han tornado “mucho más grande” a Cuba desde 1959 e irrefutable el reflejo de su realidad en nuestros medios de prensa.

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