martes, marzo 03, 2009

 

ALZO MI COPA

Han transcurrido las primeras jornadas desde que la XIV Copa nacional de softbol derramó sus últimas emociones sobre el terreno, y sigo pensando que una vez más vale la pena “levantar copas”.

El equipo de Medios Nacionales pudiera hacerlo por su revalidada corona, Granma por haber estado otra vez a un peldaño de la cúspide, Ciego de Avila por el empuje con que llegó a la semifinal, La Habana, Matanzas, Sancti-Spíritus y Villa Clara por su arrojo, Santiago por su retorno… y hasta Pinar por sus sorpresas.

Pero más allá de las especificidades de cada conjunto, e incluso de los resultados individuales, los más de 300 colegas que participamos en el campeonato bien pudiéramos celebrar algo entrañablemente común: la hermandad con que ha vuelto a realizarse este evento, sin duda el más grande entre los que cada año organiza la Unión de Periodistas de Cuba.

Disputado hasta con las uñas (créanme que vi a más de un jugador caer durante la carreta y “aruñar” la verde grama para llegar quieto a la base), cada partido fue expresión de “fiero” ahínco en pos de la victoria. Nadie lo dude.

También es cierto que, como en años anteriores, desde el primero hasta el séptimo capítulos se escuchó rugir a la más ocurrente “artillería verbal”: ¡Dale chico, que ese hombre lo que tira es un melón! Y desde el otro banco: Lánzale por el centro, que no le da ni a una calabaza. Y en revancha: ¿De qué museo habrán sacado a esa antigüedad vestida de softbolista?. Y otra vez: ¡Ataca Chicho, que el de la tercera es manco!...

La relación de frases y dicharachos sería interminable, pero en ningún caso irrespetuosos o denigrantes. Tal vez por ello, al final de cada juego nunca faltó el saludo cordial de los “rivales”, el abrazo entre colegas, la felicitación al triunfo limpio del contrincante.

Todos los equipos ofrecieron sobradas muestras de esa modestia e incluso del buen humor que acompaña a los profesionales de nuestro sector; en particular los sencillos pinareños, los no menos cordiales guantanameros (con Jorge Luis Merencio y el presidente LLamos al frente) o la batería holguinera: encabezada por un Roberto Ortiz que siempre tiene una curva entre nudillos y una ocurrencia en del disparador.

Pero el más sensible recuerdo de esa fraternidad me sigue llegando por intermedio de un abrazo con aires de tinajón camagüeyano. Con varios jugadores lesionados, Naranjito y su tropa habían salido a combatir y a ganar. A pesar del empeño no fue posible el triunfo. Tal vez el ánimo colectivo de otro equipo hubiera sido blanco del desaliento en un momento así. Los agramontinos, sin embargo, no se afligieron. ¡Arriba, vamos a saludar a los tuneros! –gritó alguien- ¡Buen partido, muchachos, felicidades!


Y entonces, a propuesta también de “los victoriosos vencidos” todos los jugadores se fundieron, como uno solo, en la línea que conduce hacia la primera almohadilla, para que el lente de una cámara fotográfica inmortalizara el mejor extra-base de la jornada: el que se dan dos equipos empuñando al mismo tiempo el contundente bate de la hermandad.

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