miércoles, agosto 13, 2008

 

UNA CARBONERA EN CHINA

Para afirmar, acá en mi Cuba, que algo está lejos o que resulta en extremo difícil solemos decir: “Ñok, me la pusieron en China”. Sin embargo, en el contexto de estos juegos olímpicos tal frase pierde significado geográfico y técnico, incluso para quienes viven en los más recónditos parajes de nuestra geografía.

Lo comprobé hace unas horas, en la carbonera de Manatí, litoral norte oriental, donde los televisores de Maricela González y de Rafael Cedeño (únicos en todo el caserío) hacen el milagro de “trasladar y sentar” en las mismísimas instalaciones deportivas de Beijing no solo a niños, jóvenes y mujeres; también a hombres que en las más adversas condiciones producen carbón vegetal.


No importa si el jején ataca, el calor arrecia o la lluvia sorprende… carboneros como Ramón, Leonides, Carlos Alberto, Leandri, Heriberto y otros vienen a poner encima del tatami, en la piscina o sobre la ned la misma mirada con que en el día buscan madera en el monte o vigilan el horno, bajo la luna.

Tal vez otros deportistas no tengan el privilegio de los nuestros que, aun allá, tan lejos, pueden percibir también el grito y el aliento de quienes acá, en una apartada costa, en la falda de una montaña o desde el fondo de un valle saltan jubilosos frente a cada jugada, medalla o actuación dignas de Cuba.

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