jueves, agosto 28, 2008

 

CUNA DE REVOLUCIÓN

El año pasado, cuando el huracán Noel puso a prueba la capacidad organizativa de la defensa civil cubana y la eficiencia del país para enfrentar fenómenos naturales, en esta oriental provincia de Las Tunas hizo “curiosa historia” el caso de una cabra evacuada hacia el Instituto Superior Pedagógico, horas después de haber sido trasladados hacia allí sus propietarios.

No hay en estas líneas la menor intención de hacer humor. Aquella decisión real devino lógica alternativa para alimentar a un niño que solo toleraba la leche de chiva. A tal nivel de detalles se remontó la evacuación aquí. Eso es sensibilidad. Eso es Revolución.

Con su “cara de pocos amigos”, Gustav ha vuelto a empeñarse en comprobar la dimensión humana del proyecto cubano y tampoco esta vez la respuesta se ha hecho esperar.

Por su carácter repetitivo o habitual no será preciso dedicar más de un párrafo a realidades que —sin embargo— asombrarían a antillanos, latinos e incluso a infinidad de norteamericanos: entiéndase el rápido refuerzo alimentario hacia unidades del comercio minorista, el acopio de grandes volúmenes de productos agrícolas para salvarlos a tiempo y acercarlos a la cocina hogareña, el preventivo traslado de cientos de personas hacia centros de evacuación aptos para funcionar mientras haya peligro para una sola familia…

Y, aunque no siempre lo interioricemos, eso es sensibilidad, eso es Revolución. Aún están a tiempo de recordarlo y confirmarlo quienes nacieron antes de 1959.

Por eso, ni la impertinente llovizna ni la altura de la noche pueden impedir “el salto” hasta la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE), donde al filo del atardecer una alegre sorpresa estremeció a más de 300 habitantes de zonas rurales alojados allí, al ver cómo el personal de la Salud bajaba 14 pequeñas cunas, para comodidad y seguridad de los bebitos evacuados.

Sumido en profundo sueño, el pequeño Abdiel Matos Peña (dos meses de nacido) aprieta el diminuto puño, esboza una sonrisa y sigue dormido en el centro de una cuna que no parece resultarle ajena. ¿A quién, si no, le pertenece por entero?

“No es lo mismo acostarlo ahí —afirma Arasay, su mamá— que tenerlo conmigo en la cama, con el peligro de que caiga al piso, darle un golpe sin querer o aplastarlo con mi cuerpo… Por eso agradezco tanto este gesto, en nombre mío, de Odelkis y Ayaelis (que también tiene niñas bebitas) y de todas las madres que hemos recibido aquí seguridad y mucho cariño.

Y, aunque parezca quizás innecesario, creí oportuno recordarle otra vez hasta al mismísimo Gustav que en buen cubano eso tiene una definición bien clara: Sensibilidad humana; Revolución.

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