viernes, noviembre 17, 2006

 

ALEX, EL
MILLONARIO


Esa foto, a la derecha, no es casual sobre mi blog en un día como este: 17 de noviembre.

Hoy es la fecha más alegre para todos los estudiantes de mi país: Su día especial.

Alexánder Oro Rodríguez (el joven que atiende con gran interés al profesor) es un símbolo de la medicina y también de la educación cubanas.

Desde niño, y gracias al sistema de salud cubano, se le detectó una enfermedad genética, hereditaria, considerada un error del metabolismo, llamada fenilcetonuria.

Los fenilcetonúricos, como él, no pueden ingerir ningún alimento que contenga proteínas. De hacerlo sufrirían serios trastornos en el funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso central, e incluso llegar a padecer retardo mental severo.

Miles de personas pobres en el mundo yacen en una silla de ruedas o en cama, por no tener sus familiares el dinero con que pagar el tratamiento médico o los compuestos y fórmulas especiales, producidas por firmas comerciales para la alimentación de los fenilcetonúricos.

Alexánder no vino a la vida en el seno de una familia rica o adinerada. Pero en la práctica ha sido, es y va a seguir siendo “millonario”, sencillamente porque nació en Cuba: donde existe un programa de atención integral a quienes padecen esa enfermedad.

Gracias a ello, este muchacho no sólo venció con magníficos resultados los estudios de la educación primaria, el nivel secundario y la enseñanza técnica…

Como confirmación de sus sueños, hace unos meses accedió al Centro Universitario Vladímir Ilich Lenin, para cursar la especialidad de Contabilidad y Finanzas.

Los primeros resultados docentes son muy buenos. No es el único fenilcetonúrio cubano que cursa estudios universitarios. Arianna, una joven de la provincia de Matanzas, también lo hace en la importante esfera de la salud.

Las puertas están igualmente abiertas en toda Cuba.

Mientras tanto, en su casa, Ana le prepara –cada día- la mencionada fórmula a su hijo Alexánder.

Además de viandas, frutas, vegetales y otros alimentos sin proteínas, el joven consume unas nueve latas de Maxamaid o de Maxamum al mes. Cada una de ellas cuesta no menos de 70 dólares. Todos los fenilcetonurios cubanos las reciben gratuitamente.

A Ana, el Estado le paga, incluso, un salario de 260 pesos, únicamente para que atienda a su hijo.

Por esa, y por otras mil razones, he querido llevar a mi página hoy: Día del Estudiante, a este joven educado, inteligente y cariñoso, símbolo del carácter humano de la medicina en Cuba y de las facilidades de acceso a la educación (en todos sus niveles) que abre mi país para todas las personas, incluso para aquellas que vienen al mundo con alguna limitación del organismo.

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