lunes, julio 20, 2015

 

TIEMPO DE HÉROES


Han transcurrido siete meses, pero sigo sintiendo la sensación de que es 17 de diciembre de 2014. 

Volvió a sucederme hace apenas unos días, en el Palacio de Convenciones.

Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René continúan recibiendo y entregando besos, abrazos, solicitud de fotos y las más sensibles muestras de ese cariño entrañablemente humano que la injusta justicia norteamericana no pudo sancionar y mucho menos encerrar detrás de barrotes carcelarios durante más de tres infernales lustros.

Como ocurre en cada barrio que visitan, en cada escuela, industria, hospital, institución científica, municipio, provincia e incluso en cada país que a abrazo abierto los recibe, también allí, en el Palacio, todo el mundo quería decirles algo, escuchar una anécdota, hacerles una pregunta, regresar a casa con un libro autografiado por ellos, un apretón pecho a pecho o el beso que, con toda seguridad, ningún gel osaría borrar de la mejilla a la hora del baño.

Es julio de 2015. A la velocidad que giramos alrededor del Sol pronto será 2020, 2025… “Dos Mil Siempre”, y no hay que ser profeta ni acudir a una bola de cristal para advertir, cristalinamente, el verdadero temporal (lluvia interminable de cariño y respeto, admiración y orgullo) que seguirá empapando hasta los huesos cada segundo de tiempo, cada milímetro de espacio donde esté uno de ellos, dos, tres, cuatro… Los Cinco.



martes, julio 14, 2015

 

ME SUMO, PONTÍFICE





Admiro a Francisco -ese hombre que viste de Papa- no solo por su condición formal de Sumo Pontífice. Lo admiro por la apasionada y recurrente defensa que hace acerca del rol de la familia en la sociedad… sobre todo en la actual.

Sucede que desde hace años –y cada vez más- me preocupa lo que ocurre en no pocas familias a la “luz” de este mundo, moderno y avanzado para unas cosas y peligrosamente retrógrado o involutivo para otras.

Si una peluda mano se hubiera propuesto debilitar, dividir, distanciar, hacerle perder razón de ser a la familia, no podría haber tenido mejores resultados en una buena parte del universo hogareño terrenal.

Pareciera, por ejemplo, que de un calendario a otro, de una a otra década, de uno a otro siglo, la educación, el respeto, los buenos modales, la conducta de niños, adolescentes y jóvenes hayan pasado a ser más asunto de la escuela que del hogar, problema de determinadas instituciones del Estado o, en última instancia, “culpa de la sociedad en su conjunto” cuando no predomina precisamente el mejor comportamiento.

Error. Craso error. Si cada madre y padre, abuela y abuelo, integrante en fin del núcleo familiar, hiciera lo que a cada quien corresponde en la correcta educación de niños y jóvenes, con toda seguridad hoy no hubiera que lamentar el incremento que registran numerosas formas de indisciplina y el deterioro de valores que, para orgullo de generaciones enteras, rozaron durante centurias lo congénito o hereditario.

¿Quiénes, si no los padres, son responsables directos del irrespeto de sus hijos hacia las personas adultas, de la tendencia a mentir, a apropiarse de lo ajeno, a proferir obscenidades en cualquier lugar, a subvalorar el verdadero valor del estudio y del trabajo como fuente de conocimiento y de riquezas, a no cuidar la propiedad personal, familiar o social, a creerse con más derecho a pedir para tener que con el deber de aportar para agradecer, crear y mantener…?

El adolescente o joven que hoy no respeta ni quiere a los padres -entre otras razones porque estos no fueron capaces de educarlo, tocarle los sentimientos y las más sensibles fibras del alma misma- difícilmente respete y quiera mañana, o quizás hoy mismo, a sus compañeros de aula o de trabajo, a vecinos, profesores, jefes, directivos y mucho menos a su digna condición de obrero, técnico, profesional…

Por nada del mundo un joven contradecía irreverentemente o levantaba voz frente al criterio de un adulto: anomalía que hoy ocurre con pasmosa ”normalidad”. Y no era por miedo, sino por respeto. Tampoco por obligación, sino por consideración y amor hacia los padres.

¿A quién se le ocurría 30 ó 40 años atrás decir “hoy no voy a la escuela”  o “voy a pedir la baja porque ya me cansé de trabajar? Ni a un demente.

No discuto que en medio de la velocidad a que parecen volar las agujas de los relojes actuales, muchos padres no pueden dedicar el tiempo necesario a la supervisión, educación, intercambio, atención que requieren los hijos. Pero hay que buscar, hacer y llenar ese momento, ese espacio, para que mañana, o tal vez hoy mismo también, el tiempo no nos pase fatídica e irremediable factura.

Interesado en esos temas y recorriendo laberintos de Internet me he cruzado no solo con Francisco, el Papa; también con otras prominentes voces que tienen y mantienen la más alta y coincidente valoración acerca del rol de la familia.

No sé si cada frase atribuida al Sumo Pontífice y a los demás autores corresponde realmente a ellos. Confío en que sí. Pero en el hipotético caso de que aflore la más ligera imprecisión, me quedo con la esencia, con el sentido profundamente cierto, atinado y humano de esas palabras a la medida de quienes no hemos perdido de vista, ni de hecho, el inmenso alcance de la familia y también a la medida de quienes han olvidado de dónde venimos, quiénes somos, hacia dónde vamos.

He aquí algunas de esas frases, que sumo a mi espacio digital, personal e intransferible, con las cuales, en este sensible asunto, me sumo, Pontífice, a lo que Usted está evocando: 

 “Tener un lugar a donde ir, se llama Hogar. Tener personas a quienes amar, se llama Familia, y tener ambas se llama Bendición.”

 “Educar en la solidaridad significa entonces educarnos en la humanidad. Apoyar y proteger a la familia para que eduque a la solidaridad y al respeto es un paso decisivo para caminar hacia una sociedad más equitativa y humana.”

“Para llevar adelante una familia es necesario usar tres palabras. Quiero repetirlo, tres palabras: permiso, gracias, y perdón.”

 "La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor".

“Hoy, la familia es despreciada, es maltratada, y lo que se nos pide es reconocer lo bello, auténtico y bueno que es formar una familia, ser familia hoy; lo indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro de la humanidad." 

"¿Qué puedes hacer para promover la paz mundial? Ve a casa y ama a tu familia". (Madre Teresa de Calcuta)
"Gobierna tu casa y sabrás cuánto cuesta la leña y el arroz; cría a tus hijos, y sabrás cuánto debes a tus padres." (Proverbio oriental)

 
"La familia es el País del corazón”. (Giuseppe Mazzini)
"En todas las maneras concebibles, la familia es un vínculo con nuestro pasado y nuestro puente hacia el futuro". (Alex Haley)

 "Cuando miras tu vida, las mayores felicidades son las felicidades familiares." (Joyce Brothers)
 
"Tu no eliges a su familia. Ellos son un regalo de Dios para ti". (Desmond Tutu)

 
"El amor de la familia y la admiración de los amigos es mucho más importante que la riqueza y el privilegio". (Charles Kuralt).





lunes, julio 06, 2015

 

OTRA VEZ -Y SIEMPRE- MI PADRE




Nunca me cansaré de escribir acerca de mi padre.  Lamento no haberlo hecho antes con la regularidad que él tanto merece. Todo padre bueno hasta la médula merece un párrafo, una frase, una palabra de recíproco y agradecido amor.

Acerca de él tecleé algo hace unos meses. Fue una crónica titulada Las manos de mi padre… en verdad un intento por evocar, mediante sus callosas manos, la esencia campesina, obrera e incansablemente activa de un hombre que dedicó toda su vida al trabajo, y aún después de jubilado sigue pegado y apegado a él.

Este domingo 5 de julio tuve la dicha de abrazarlo otra vez; sentir el ritmo de su bombeo interior, escuchar sus puntos de vista, sus consejos, mirarle a los ojos y ver en ellos eso que en palabras jamás podré reproducir.

Lindo mi padre, caramba. Lindo a sus 79 años. Lindo como un niño, como ese niño que sigue siendo para mí: que soy también su niño.

Había que mirar la expresión de su rostro cuando le encasqueté el sombrero de Yarey que un tiempo atrás me regaló la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños. Se lo puso y no volvió a quitárselo en todo el día.

Pero lo que en verdad lo puso como chiquillo con juguete nuevo en mano fueron los espejuelos. La mirada le brilló cuando se los coloqué con cuidado y le dije: son tuyos. Hasta almorzó con ellos puestos. Desde joven le gustó llevar gafas. A mi madre le gustaba verlo así. Creo que le impregnaban un aire de personalidad. A él le interesaba más el alivio que sentía detrás del oscuro cristal, al volante de su camión, por terraplenes polvorientos y caminos cañeros.


Por eso mi padre pasó todo el domingo con los espejuelos y el sombrero puestos. Por eso también disfrutó tanto el antojo de una instantánea junto a mi Reina esposa.

Proteja la vida su claro pensamiento bajo el ala de ese yarey. Y protéjale también su no menos clara visión: esa que 79 años después de haber nacido lo mantiene en el divino grupo de los buenos, de los nobles, de los agradecidos.

Y tú, que aún lees estos apuntes tan soberanamente personales, corre, corre donde tu padre o madre y abrázalos, háblales, escúchalos. Ellos merecen y necesitan ese simple gesto a toda hora. No lamentes mañana haber dejado de hacerlo ayer y hoy.



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