viernes, septiembre 06, 2013

 

ATA UNA CINTA AMARILLA


Pongo ante ustedes, amigas y amigos, los versos contenidos en el mensaje que acabo de recibir, enviado por Antonio Guerrero desde la injusta prisión donde se encuentra (Marianna, Estados Unidos):



Queridos amigos:
Pensando en todo su apoyo, en toda su solidaridad, en todo su amor, en este amanecer de hoy día 5, a una semana de que cumplamos el aniversario 15 de injusta prisión, sumándome a las palabras de Rene escribí estos sencillos versos, dedicados, con infinito aprecio y eterno agradecimiento, a ustedes


ATA UNA CINTA AMARILLA

Bajo la lluvia del tiempo,
entre nuestras dos heridas,
por donde viene la luz
ata una cinta amarilla.

En el balcón de tus sueños,
en el árbol de la esquina,
en tu puerta que es mi puerta
ata una cinta amarilla.

Para que la vea el mundo
como una flor extendida,
a la punta de una estrella
ata una flor amarilla.

Aunque se cuánto me amas,
cuánto es tu vida mi vida;
aunque bien sé que me esperas
ata una cinta amarilla.

Cinco abrazos fuertes.
¡Venceremos!
Antonio Guerrero Rodríguez
5 de septiembre de 2013
Prisión Federal de Marianna.





 

TE RESPIRO



Inaudito, increíble, incierto... No puede haber sucedido hoy en la mañana...

La fatídica noticia se ha esparcido en todas las direcciones. Midgalia Utrera Peña: directora del periódico Invasor desde hace 25 años –y "para siempre"- ha fallecido.

Una verdadera avalancha de pésames, de interrogantes, de desconcierto y de dolor sin fondo en la profundidad humana, gira y gira por las redes sociales, en busca de la inexplicable explicación… o acaso tratando de disipar en el éter la tristeza interna de los mortales.

No me avergüenza decir lo mismo que a otros ha ocurrido: tengo la pupila nublada, la cabeza llena de recuerdos, el ritmo cardíaco dolido, desbocado…

Así me encuentro y me rencuentro, aún cuando no soy de quienes más tiempo, ni más cerca de Migdalia ha vivido. 

Pero es que mujeres así, colegas como ella, no requieren de meses ni de calendarios enteros para mostrarse tal cual son, ni para calarnos pecho adentro, sin límite o frontera.

Modesta, aparentemente callada, muy sagaz, conocedora al dedillo de la naturaleza humana (en particular de su “tropa”: la misma que hoy gime), defensora de sus trabajadores hasta el infinito, novia fiel de la fidelidad al periodismo, guapa (en todas las buenas y bellas acepciones que acepte el idioma español), perseverante, tierna, amiga, hermana en todos los momentos y situaciones… ¿Qué más hace falta, ¡coño!, para vivir y convivir decente y dignamente o para no tener que mendigarle a la vida segundos o siglos de existencia?

Dicen que una afección respiratoria —agravada por productos químicos usados para limpiar el nuevo apartamento a donde se había mudado— puso fin a su callada sonrisa.


¡Mentira, mentira y mentira! Para todos los que aún estamos consternados y estremecidos ante la fatal noticia, Migdalia sigue respirando. Respira hoy —y va a respirar siempre— la fragancia de las demás flores (¿alguien duda que ella lo fue desde la cuna?). Y va a seguir respirando, entre nosotros, el aliento de la vida, el oxígeno vital del periodismo que requieren estos tiempos.

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