sábado, mayo 23, 2009

 

EL VALOR DE LOS VALORES

Aunque no acostumbro a teclear sobre mis propios pasos, la “inyección” de aliento que significan varias llamadas, mensajes y opiniones verbales a raíz de la crónica titulada El millonario del escobillón (Granma, 21 de mayo de 2009) me obligan a referir la salud que SÍ tiene entre muchísimas personas un fenómeno de profundo interés y actualidad: los valores.

Dicen, los pesimistas, que se han perdido totalmente (los mejores valores del ser humano).

¿De dónde vienen, entonces, el noble gesto de un hombre como Sacarías (al devolver una cartera repleta de billetes en divisa) y las numerosas muestras de admiración popular hacia esa actitud?

No había llegado aún el periódico impreso a mis manos, temprano en la mañana, cuando ya un trabajador de comunicaciones ponderaba entre sus compañeros la decisión del modesto barrendero.

“Te llaman de La Habana” —dijo un rato después un redactor del periódico 26. El telefonazo no resultó ser de mi periódico, como supuse, sino de un colega desconocido, residente en Artemisa, jubilado ya (perdón a él por no recordar ahora su nombre) quien entusiasmado pedía una y otra vez que le trasmitiese una felicitación y un abrazo a Sacarías en nombre del pueblo artemiseño.

Decenas de personas (conocidas y desconocidas) me han preguntado cómo pueden conocer al hombre que, con sus zapatos gastados y viviendo en la pequeña habitación prestada por un amigo, fue capaz de devolver la cartera con tanto dinero y tan valiosas pertenencias dentro.

Esa es Cuba; la que sabe “valorar el valor de los valores”, la que opina –porque siente- como Yunnia Salas y Odalys Mompié: dos jóvenes periodistas de radio Caribe, en la Isla de la Juventud, quienes en breve mensaje afirman: Nos satisface que existan personas como Sacarías, un hombre humilde pero poderoso por sus valores humanos y por su sencillez. Ojalá muchas personas sigan ese ejemplo. Experiencias así nos inspiran a hacer un periodismo que mueva conciencias.

Y esas son, también, las razones que le hicieron aseverar al agradecido dueño de la cartera lo siguiente: “Por eso, si me preguntan, preferiré siempre vivir en un país como este, aunque tenga que comer boniato por culpa del bloqueo, o vestir un pantalón roto, antes que vivir en otros, muy ricos, llenos de restaurantes con carne que no sabe a carne o de tiendas con trajes de última moda, donde las personas no llevan dentro lo mismo que ustedes los cubanos y donde no se tiene igual seguridad".

 

EL MILLONARIO DEL ESCOBILLÓN


Una cartera extraviada retorna intacta. La fortuna —opina su dueño— no está en la divisa que contiene, sino dentro del hombre que la devuelve.


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Al percatarse de que ha extraviado su pequeña cartera de mano, Arturo Coppolino siente que el mundo le cae encima.

“Lo más importante —medita— no es el dinero que tiene dentro, sino mis documentos personales: pasaporte, visa, tarjetas, permiso de conducción…”

Perder todo eso significa quedar totalmente indocumentado, tener que informar la situación, iniciar trámites, dedicar un precioso tiempo a poner en orden las cosas otra vez.

Infructuosa, la búsqueda impregna un amargo sabor al resto de la noche y madrugada.

5:00 AM. Envuelto en lejanos recuerdos Sacarías Profeta Concepción Velázquez pule a punta de escobillón una de las calles donde cada amanecer vuelca toda su dedicación como obrero de servicios comunales.

De repente algo llama su atención sobre el pavimento. Parece un bolso o cartera. Acierta. Los más de 20 años que trabajó como auxiliar de la Policía y las características del hallazgo le indican que no es una valija cualquiera. Un escalofrío le sacude el cuerpo. “Tengo que entregar esto urgentemente” —piensa, y sin perder un minuto parte hacia la casa del capitán Mastrapa, quien animado lo acompaña hasta la tercera unidad.

Tal y como corresponde, se levanta acta de ocupación en calidad de hallazgo. La relación es amplia: pasaporte, teléfono celular Sony, nueve tarjetas, 31 billetes de 20 pesos convertibles cubanos y uno de 10 (total: 630 CUC equivalentes a más 15 000 pesos MN), 355 euros, cuatro billetes de 100 en moneda mexicana, muestras de dinero canadiense, australiano y filipino, permiso de conducción, sellos de la ONAT por valor de 25 CUC, lapicero, varias monedas, incluida una dorada (oro) con alto valor numismático…

HONOR PARA CUBA

Los ojos de Arturo Coppolino parecen no dar crédito a lo que ven. En sus manos están otra vez, intactas, todas sus pertenencias. “Yo quiero ver a ese hombre —expresa— para conocerlo y agradecer su gesto… personas así le rinden honores a este país. Hoy he vuelto a comprobar algo que siempre he dicho: se puede tener dinero, pero lo fundamental en el ser humano es la humildad y la modestia; de lo contrario no eres nadie.”

Extendido entre vecinos y obreros del sector comunal, el rumor deviene noticia, remonta vuelo, raya en la leyenda.

“Tengo tantas o más necesidades que cualquier persona —expresa tranquilamente Sacarías— pero hice lo correcto, lo que me dictó el corazón, lo que mi padre siempre nos dijo a sus 20 hijos: lo ajeno se respeta; si un día te coges un centavo terminas robándote miles de pesos. Por eso al devolver la cartera me sentí lo que soy en Cuba: millonario.”

Y empuñando el escobillón enrumba el taconeo de sus gastados zapatos calle abajo, decidido a reciprocar el estrechón de mano que desea darle Coppolino, para acabar de pulir la calle e irse a descansar en ese pequeño cuarto que un amigo, con igual sensibilidad, le prestó recientemente para que siga siendo Sacarías: de carne y huesos, virtuoso entre sus errores, Profeta (como su segundo e iluminado nombre) en esta tierra.

lunes, mayo 18, 2009

 

FRENTE A TU LUZ

El año pasado, cuando Las Tunas ganó la sede de las actividades centrales con motivo del Día de la prensa cubana, colegas de todo el país agradecieron la visita a la Plaza Martiana: verdadera joya de la arquitectura y del patrimonio cultural e histórico, cuyos valores lamentablemente muchas personas no conocen.

Y es que tienen los habitantes de esa oriental provincia el excepcional privilegio de presenciar cada 19 de mayo un fenómeno luminoso único en toda la geografía nacional: aproximadamente a las 2:30 de la tarde, hora estimada en que cayó José Martí en Dos Ríos, un rayo de luz incide sobre la mascarilla hecha en su honor por la escultora Rita Longa y ubicada en la referida Plaza.

No se trata de una causalidad astronómica. La incidencia de la luz sobre el rostro de El Maestro (alegoría al modo en que concibió su muerte: de cara al Sol) fue resultado de 28 860 ecuaciones matemáticas y minuciosos estudios acerca de la Tierra y el astro rey, encabezados por el arquitecto Domingo Alás Rosell, según proyecto suyo de conjunto monumentario para honrar al más universal de los cubanos.

La obra incluye un reloj solar de 7.20 metros de diámetro (el mayor de que se tiene referencia en América Latina), que proporciona la hora solar de la Plaza en las condiciones específicas de Las Tunas (meridiano de 76 grados, 57 minutos, 21 segundos).

Asociado al reloj funciona un calendario solar con fechas astronómicas (equinoccios, solsticios, días homologados…) además de 65 efemérides importantes en la vida de José Martí: nacimiento, muerte, fecha de las principales graduaciones, última vez que vio a su hijo, días en que pronunció relevantes discursos…

Muy atractivas resultan las líneas semicirculares en bronce; en particular dos: correspondientes al 28 de enero y 19 de mayo (nacimiento y muerte). Durante ambos días la sombra que proyecta el Sol sobre la punta de un gnomo recorre toda la línea en recordación y tributo al Héroe Nacional, fundador del periódico Patria y paradigma del periodismo que hoy debemos continuar haciendo.


Pero, como explica Perla Quintana, especialista de la Plaza, el suceso que cada 19 de mayo atrae a los tuneros ocurre mediante un pedestal con espejo plano, sobre el cual incide el Sol (2:30 PM), se refracta y destella un haz que ilumina al rostro de José Martí, adosado a una de las cinco paraboloides hiperbólicas con base en forma de estrella que forman el monumento.

Lo que no imaginó el autor luego de cuatro años resolviendo ecuaciones para lograr tan exquisita precisión, fue que, por una homologación astronómica, ese efecto luminoso se repetiría cada 26 de julio, en increíble pero real coincidencia que enlaza simbólicamente el asalto al Cuartel Moncada con la merecida condición de Autor Intelectual de esa acción, conferida por Fidel a Martí y a la vigencia de sus ideas en el año de su centenario.

Añade Dania Baldoquín Santiesteban, directora de la quinceañera institución, que la trascendencia patriótica de ese lugar se refuerza con la participación allí de José Francisco Martí y Zayas Bazán (hijo del Héroe) durante acciones armadas independentistas, así como la muerte en combate de Ángel de la Guardia Bello, único testigo presencial de la caída del Héroe Nacional en Dos Ríos.

Razones así, arraigan el apego a la historia entre los tuneros, a cuyo conocimiento y cultura está abierta la Plaza, mediante visitas dirigidas, actividades de promoción, homenajes, coloquios de identidad martiana o en ese ramo de flores con el cual jóvenes matrimonios le dan a nuestro Martí el beso de estos tiempos.

sábado, mayo 09, 2009

 

Para Mamá... EL BESO DE MIS CINCO HERMANOS

Hay gestos –como este- que merecen todo el respeto y admiración del Mundo… y no requieren del más leve comentario.



(Postal enviada por Gerardo Hernández Nordelo, a nombre de los Cinco luchadores antiterroristas cubanos, prisioneros políticos del imperio norteamericano desde hace más de 10 años a pesar de su total inocencia)

jueves, mayo 07, 2009

 

ANGOLA ENTRE NOSOTROS

Tiene el tiempo no solo la natural manía de alejar, sino también la capacidad irresistible de atrapar.

Veinte años han transcurrido desde aquel retorno (alegre, digno, victorioso) y sin embargo cada detalle sigue intacto ahí, en el recuerdo, en la referencia oral, en la evocación, en la anécdota rememorada durante cada nuevo encuentro como si fuera la primera vez…

Nadie les ha indicado hacerlo a colegas como Ledys Camacho, Albertico Núñez, Carlos Cánovas, Luis Lino Hernández, Jorge Luis González, Elsa Blaquier, Roberto Pérez Betancourt, Katiuska Blanco, Róger Ricardo, César Gómez y otros que fungieron como corresponsales de guerra durante aquellos días, cuando la solidaria ayuda de Cuba hizo irradiar más luz sobre Angola, Namibia, Sudáfrica y todo el continente.

Tampoco han exigido recordar aquella etapa hoy las instituciones, organismos y entidades donde ahora laboran Leticia, Nieto, Rosalina, Pável, Morín, Guillermito y otros cubanos que a la sazón desempeñaban intensa y valiosa actividad política y cultural entre la gran masa de jóvenes protagonistas de la epopeya internacionalista en aquel hermano país.

La peculiaridad –devenida tradición- de hallar espontáneamente un espacio y un momento para encontrarnos y reencontrarnos con ese pasado (siempre en tiempo presente y futuro) tiene su base en el privilegio de haber vivido aquella experiencia, no menos humana que militar, profundamente saludable para el alma, decisiva como sustento para el ejercicio de la profesión.


Ello explica que, “de un tirón” la casa de Albert, un apacible recodo del círculo José Antonio Echeverría o la sala de Rosalina se llenen de cohetes, vuelos de helicópteros, minas, caravanas, máquinas de escribir, cuartillas, negativos, botas, cantimploras, píldoras de cloroquina, gacelas, cobras, monos, yacarés, guitarras, fotos, chistes, poemas, cartas, cuento y recuento, voces queriendo “clonar” sin plagio alguno la genialidad interpretativa de Silvio, miradas tristes de niños de piel negra con idéntico derecho a la más alegre y blanca de todas las sonrisas…

Ningún guión lograría la originalidad con que cada relato, anécdota o pasaje le sigue –fuera de toda preparación- al anterior, en medio de un silencio (a ratos) o de una detonante risa (a menudo) que atrapa, motiva, contagia y compromete a la esposa que desde acá bombeaba aliento ayer en el infinito espacio de un sobre aeropostal, al pequeño hijo (recién nacido entonces, universitario hoy), al amigo que admira asombrado lo que, sin duda, él mismo habría hecho y multiplicado con creces.

Así está Angola en el pecho, en el recuerdo, en la yema de los dedos; trenzada en el teclado, respirando entre los poros del micrófono, aprehendida entre la velocidad y la abertura del lente, sentada y asentada en el lugar más insospechado de La Habana (y de toda Cuba) cada vez que la necesidad espiritual de revivir y de transmitir experiencias deviene “dulce antojo” para un grupo de colegas y de “locos emprendedores” dispuestos a seguir haciendo hoy –donde sea- lo mismo que ayer hicieron 14 000 kilómetros más allá de nuestra geografía y 7 300 noches antes de este especial momento a la medida del recuerdo agradecido.


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