miércoles, octubre 22, 2008

 

ENTRE EL RETOÑO DE CADA DÍA



Con profundo placer he leído en Cubaperiodistas (el sitio común de todos mis colegas cubanos) el relato de Katiuska Blanco acerca de sus vivencias en suelo angolano.

A continuación ofrezco parte de una ponencia que presenté hace algún tiempo en el evento regional sobre género y comunicación, contentiva precisamente de asuntos relacionados con la modesta, pero protagónica presencia de Katiuska y otros jóvenes durante la epopeya internacionalista cubana en el continente africano.


ENTRE EL RETOÑO DE CADA DÍA

Aldea Nankova, mes de abril de 1988. A juzgar por ese nombre pareciera que se trata de un lejano punto en la geografía rusa. ¡Frío, frío! (como diría un niño). Ni la rala vegetación del lugar, ni el sufrimiento de siglos acumulado en la mirada angelical de aquellos niños, ni el color bien oscuro de la piel… nada remite al llamado Viejo Continente. Mis pies pisan tierra africana. El lente de mi cámara está fijo en la sonrisa de una muchacha muy joven que entrega y entrega y vuelve a entregar juguetes rústicos –pero divinos- a un enjambre de niños descalzos que jamás habían visto ni tomado en sus manos una muñeca de trapo, una pelota de cuero, un pequeño camión de madera con ruedas de latas de conserva aplastadas como un tostón… y que por helicópteros y aviones sólo tienen la terrible referencia de aquellos aparatos que –días y semanas atrás- ensordecían los oídos del vacío agrediendo la cercana municipalidad de Cuito Cuanavale (sudafricanos) o rechazando la vil embestida (cubanos y angolanos).

Aprieto y aprieto y vuelvo a apretar el obturador de mi Nikón intentando el privilegio que significa congelar la imagen de esa diminuta virgen que, vestida de camuflaje, parece haber caído del mismísimo cielo para sembrar ——quizás por vez primera— el brillo alegre que jamás tuvo la triste mirada de esos niños, por intermedio ahora de juguetes fabricados por los combatientes cubanos, en la penumbra de los refugios o junto a las esteras de los tanques y demás medios blindados, que tan estoicamente defendían la dignidad y el futuro de África en Cuito Cuanavale.

Para Katiuska Blanco —con olor todavía a pupitre universitario— aquel sería un instante inolvidable, cuya verdadera trascendencia y dimensión el tiempo se ha encargado de multiplicar, millones de veces más allá de la ingenua naturalidad con que ella le arrancaba y le entregaba cada segundo a la sufrida Nankova.

Katiuska, como otra jovencita llamada Ledys Camacho Casado, recién egresada también de la especialidad de Periodismo en la Universidad de la Habana, no había llegado hasta el ventrículo del negro continente para buscar glorias de aquel ni de futuros amaneceres. El periódico Verde Olivo en Misión Internacionalista las había recibido, meses atrás, con los brazos tan abiertos como los de 50 000 combatientes cubanos, dislocados entonces por la extensa piel geográfica de Angola. Hacer periodismo desde la arriesgada pero apasionante condición de corresponsales de guerra fue la misión asignada a ellas. Aceptar ese reto devino excepcional privilegio. Haberlo cumplido de manera excelente y digna fue la sencilla pero inmensa oportunidad de comprobar una vez más la capacidad que tiene la mujer cubana para sobreponerse a las más adversas condiciones, tal y como también lo hizo otra colega de esa graduación: Nieves Toledo, entre las tropas internacionalistas que por entonces protagonizaban similares páginas de solidaridad y de verdadero humanismo en el también africano suelo de Etiopía.

HORAS VUELO, DÍAS GLORIA

Cabinda, Lubango, Namibe, Huambo, Cahama, Xangongo... numerosa sería la relación de puntos donde la presencia de estas muchachas sembraba el asombro, entre angolanos, y megatones de aliento para alcanzar la victoria final, entre cubanos.

Con apenas tres o cuatros años más de edad, yo las miraba acomodarse despreocupada y plácidamente en la panza del AN-26, dentro del impresionante IL-86 o junto a la escotilla del helicóptero, y el escalofrío que jamás sentí en lo personal durante dos años, me recorría casi todo el cuerpo, en paternal sensación, mientras las observaba, de completo e impecable uniforme, consultando apuntes a ras de agenda, ganándoles tiempo al tiempo para la redacción de la entrevista, la crónica o el reportaje que horas después llevarían a las cuartillas pautadas del órgano, o simplemente cantando una de esas canciones que Silvio hizo –y hace, y hará mientras haya Silvio y mientras haya en el mundo oídos, dedos, guitarras, sentimientos, guerras, unicornios, rabos de nube, óleo, mujeres, sombreros y canciones.

Recuerdo que una noche, mientras conversábamos en el convulso Menongue bajo la luz discreta de un pedazo de luna, un negro alto y fuerte como un verdadero roble me preguntó: ¿Por qué ustedes permiten que esas muchachitas corran este peligro...? Y antes de que coronara su punto de vista (temeroso yo –lo reconozco- de terminar confabulándome con tal razonamiento) le devolví a modo de morterazo otra pregunta: ¿Y quién se los puede impedir?

En verdad, todo cuanto podíamos hacer era “atajar” un poco (en el sentido literal de esa palabra) y del modo más sutil posible, la intención de aquellas muchachas de partir hacia distintos y distantes punto del frente, sin otro interés que el de bajar hasta donde cientos y miles de caravaneros, tanquistas, pilotos, artilleros, zapadores, químicos, retaguardieros... les llenaban de gloria el vientre a cada día y de una luz más cierta el camino al continente.

Fueron jornadas de múltiple enseñanza, de reafirmación y de muy sano orgullo: para ellas, para periodistas más avezadas en la profesión como Elsa Blaquier Ascaño (miembro también del colectivo), para el equipo de reporteros, fotógrafos, linotipistas, diseñadores y directivos que tuvieron a su cargo la última etapa de Verde Olivo en Misión Internacionalista, para miles de lectores, vecinos y familiares, para quienes acá en Cuba, tomaron la acertada decisión de enviar a esas “muchachitas” a hacer aquel periodismo y, por supuesto, para los futuros retoños llamados a fortalecer el tronco gremial desde las ramas universitarias.


jueves, octubre 16, 2008

 

MARCANDO TIEMPOS


No acostumbro a “adueñarme” –mucho menos sin permiso previo- de trabajos escritos por mis “hermanos de trinchera teclada”, para ubicarlos en mi blog…

Pero esta vez me niego a dejar en la lectura (y nada más) los párrafos que hoy nos ha entregado Deisy Francis Mexidor en sensible tributo a los 50 años de Antonio Guerrero: uno de los Cinco Héroes cubanos injustamente encarcelados en el imperio norteamericano desde hace diez años.

Reproduzco, pues, ese material, para que siga remontando el éter, con la misma libertad del abrazo que millones de personas le hacemos llegar a Tony hoy y todos los días de año.


MARCANDO TIEMPOS

Por Deisy Francis Mexidor


La distancia duele, pero hay que pensar en que pronto podría llegar el día del regreso. La injusticia contra los Cinco no puede ser infinita.

Al menos así lo percibe este hombre a quien le pusieron Antonio "el nombre de su padre", cuando nació el 16 de octubre de 1958 "a las 2:10 de una tarde luminosa", según recuerda Mirta, su madre, en diálogo con Granma, a propósito del cumpleaños de aquel "bebé flaco y largo que nació pesando siete libras con seis onzas".

"Parece que fue ayer/ que eras mi niño/ y te tomaba entre mis brazos", tararea Mirta, parodiando una conocida melodía de Armando Manzanero que tiene para ambos un especial valor sentimental.

Antonio Guerrero Rodríguez —Tony— "fue un hijo muy esperado", acota ella y dice: "En aquella época no había ultrasonido para determinar el sexo del feto, pero yo presentía que traía un varón en mi vientre y la vida me premió con él y también como mi otra hija, Marucha (María Eugenia)".

LOOK DOWN PERMANENTE

El tiempo ha transcurrido. Esta última etapa de la vida familiar ha sido "dura, pero si algo no puede fallar es la fuerza", puntualiza Mirta Rodríguez al "saltar" cronológicamente periodos y detenerse en la cárcel de Florence, Colorado, donde se encuentra su hijo "entre rejas, pero con ideas que gozan de una libertad sin límites".

"La prisión de Tony al igual que las de Ramón y Gerardo, por ser de máxima seguridad, tienen un régimen con una disciplina rigurosa, pese a ello son frecuentes hechos de violencia", explica.

Para ejemplificar lo anterior refiere: "El 10 de abril pasado yo estaba cumpliendo con la visita a Tony. De pronto se escucharon ráfagas de tiros, ruidos que llegaban de un área de la prisión, detonaciones. Desde el lugar destinado para los visitantes no era posible divisar nada, pero vino enseguida un oficial que suspendió la visita". "Se enfrentaban dentro del penal dos grupos rivales, uno de los cuales estaba celebrando el nacimiento de Hitler", especifica.

"Se montó de inmediato un operativo con refuerzos de policías de otras prisiones para poder controlar a casi 200 presos. El saldo de la reyerta fue de dos muertos y cinco heridos, según lo que apareció en la prensa local. Hago la anécdota, porque hasta ese minuto yo no tenía la dimensión real de los peligros que se corren en esas cárceles".

"Después de lo ocurrido —continúa su relato—, aunque Tony no tuvo nada que ver —su disciplina es intachable al igual que la de sus hermanos en las respectivas prisiones donde se hallan—, lo llevaron a un interrogatorio. Al final Florence entró en look down por dos meses y medio. La medida significa poner de castigo a todos los presos, dejándolos encerrados en sus celdas por el tiempo que considere la dirección del penal".

"Luego, el 8 de agosto, tuve una llamada de mi hijo, me prometió que si podía intentaría comunicarse ‘en los próximos días’; sin embargo, pasaron una semana tras la otra y nada, supusimos que de nuevo la cárcel estaba de castigo", expresa y más adelante precisa: "Tony volvió a dar señales después de un mes. A la altura que vamos de octubre, llevan alrededor de cinco días con una apertura parcial de la prisión, o sea, por horas¼ incluso los trasladan al área de bañarse esposados, por razones de seguridad. Cuando ha hecho algún comentario sobre la situación allí, él me dice ‘no cesan los lock down’".

IDEAS EN LIBERTAD


"Recién me acaba de anunciar que como siempre está pensando en algo que lo traslade a otros horizontes y a otras esperanzas; había recopilado poemas inéditos escritos por él durante los últimos siete años, los que integrarán su nuevo poemario", añade Mirta.

¿Le ha hecho referencia sobre sus 50 años?

Me dijo: "¡Parece mentira que vaya a cumplir 50!, es que, sencillamente, no los he contado".

¿Y acerca de esta década en prisión?

Considera que pese a todo, estos diez años le han dado la posibilidad de hacer cosas en las que nunca había pensado y que le han permitido ir "marcando tiempos como este que ha sido tan largo", me dijo. También me confesó: "Tengo mi celda llena de una esperanza tremenda porque estoy pintando el ave nacional de cada país de América. Estoy en los toques finales".

¿Por qué las aves?

Él mismo me comentó que le encanta el proyecto de las aves por el espíritu de libertad que ellas poseen, "porque vuelan, y mi alma y mi pensamiento siempre están volando".

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